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Enviado por: FARABUNDO-VIVE en 09 Oct, 2007 - 01:04
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Contra el veneno de la codicia, el m�s mortal, el que mata por dentro, el "Che" dijo cuanto dijo y escribi� cuanto escribi�, y vivi� como vivi� y muri� como muri�. Y �ste es el sapo vivo que la civilizaci�n del consumo no puede tragarse,...
Eduardo Galeano.
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La pasi�n revolucionaria del Che
Vibraba en aquella flor de la piel en Latinom�rica
"Traidor", le dije. "Usted es un traidor". Le mostr� el recorte de un diario cubano: �l aparec�a vestido de "pitcher", jugando al b�isbol. Recuerdo que se ri�, nos re�mos; si me contest� no s�. La conversaci�n saltaba como una pelotita de pimp�n, de un tema al otro, de un pa�s a otro, de uno a otro recuerdo, a�oranzas de su lejana comarca y experiencias de su vida muy vivida. Salud� a Frondizi y Frondizi cay�. Salud� a Janio Quadros y Janio Quadros cay�. "Suerte que no tengo de d�nde caer", comentaba yo, poniendo cara de preocupado, y �l se re�a, frunc�a el ce�o, se sentaba, se paraba, caminaba por la sala, dejaba caer la ceniza de su "Havana Cazador" y me apuntaba con �l al pecho.
Eduardo Galeano
Con �nimo discutidor, no magistral, recurr�a a veces a un pizarr�n para explicar una idea compleja, y a golpes de tiza dibujaba la pol�mica en torno del c�lculo y de la vigencia de la ley del valor en la sociedad socialista, o con signos y numeritos bosquejaba el sistema de retribuci�n por normas de producci�n. Era c�ustico como buen argentino, fervoroso como buen cubano: generoso como su verdad, pero en guardia, dispuesto a mostrar los dientes por ella. Una fuerza profunda y hermosa le nac�a, sin cesar, de adentro. Se delataba, como todos, por los ojos. Ten�a, recuerdo, la mirada limpia, como reci�n amanecida: esa manera de mirar de los hombres que creen. Cre�a, s�, en la revoluci�n de la Am�rica Latina, en su doloroso proceso, en su destino, y ten�a fe en una nueva condici�n humana, nacida de una sociedad centrada en la solidaridad y no en la codicia.
Han pasado casi 33 a�os de aquella entrevista en Cuba y m�s de 35 desde que �l fue atrapado vivo y asesinado en Bolivia; y no viene mal recordar ahora su mensaje esencial: ahora que la moda venera los espejismos de la tecnocracia y los desencantos de los intelectuales, ahora que la buena educaci�n manda identificar la libertad de los negocios con la libertad de las personas y alg�n prestigioso novelista confunde a los usureros con �ngeles custodios de la democracia. No viene mal recordar, digo, que el Che Guevara fue presidente de un banco, el Banco Central de Cuba, no dedicado a la especulaci�n sino al socialismo, y que en tal car�cter firmaba los billetes: no los firmaba Ernesto Guevara, sino "Che", as� "nom�s", para burlarse. Porque �l no cre�a que el desarrollo econ�mico fuera un fin en s�: el desarrollo de la sociedad tiene un sentido si sirve para transformar al hombre, si le multiplica la capacidad creadora, si lo lanza m�s all� del ego�smo. El tr�nsito desde el reino de la necesidad hasta el reino de la libertad es un viaje alucinante del yo al nosotros. Y este viaje no puede realizarlo el capitalismo, porque sacrifica al derecho de propiedad los dem�s derechos y organiza la vida como una carrera de lobos.
Contra el veneno de la codicia, el m�s mortal, el que mata por dentro, el "Che" dijo cuanto dijo y escribi� cuanto escribi�, y vivi� como vivi� y muri� como muri�. Y �ste es el sapo vivo que la civilizaci�n del consumo no puede tragarse, aunque ella reduzca la historia latinoamericana a un "western" de colores y convierta a este h�roe de nuestro tiempo en un mero "tiratiros" de gatillo alegre, cuya imagen puede venderse impunemente en los supermercados.
Entre cubanos y uruguayos
Era agosto de 1.964 y est�bamos con Reina Reyes y Julio Villegas en su despacho del Ministerio de Industria. El Che hablaba y uno ten�a la impresi�n de que le sub�a la temperatura de la sangre, pero manejaba a rienda corta su entusiasmo no bien yo me pon�a a tomar anotaciones de lo que dec�a. Entonces, los ojos fijos en la lapicera que bailaba sobre el papel, prefer�a el comentario p�caro y cortante, que dejaba escapar despu�s de echar, sonriendo, dos o tres densas bocanadas de humo entre los espesos bigotes y la barba raleada.
Ser periodista era una l�stima: no porque uno se hubiera puesto a trabajar despu�s de tantos d�as y noche de v�rtigo sin sue�o ni raz�n ni por lo nervioso que eso lo pon�a a uno, sino porque la fluida comunicaci�n que espont�neamente nac�a se cortaba a cada rato por culpa de mi oficio. "Estamos conversando entre cubanos y uruguayos", ment�a entonces el "Che" para eludir alguna pregunta indiscreta. Todo hac�a evidente, sin embargo, que aquella pasi�n que en �l vibraba tan a flor de piel hab�a roto las fronteras que otros hab�an inventado para Am�rica Latina. Escuch�ndolo, no pod�a uno olvidar que aquel hombre hab�a llegado a Cuba despu�s de una larga peregrinaci�n latinoamericana: que hab�a estado, y no como turista, en el torbellino de la naciente revoluci�n boliviana y en la convulsiva agon�a de la revoluci�n guatemalteca; que hab�a cargado bananas en Centroam�rica y que hab�a sacado fotos y vendido estampitas en las plazas de M�xico para ganarse la vida, y que, para jug�rsela, se hab�a lanzado a la aventura del "Granma".
Celia de la Serna me dijo hace a�os, en Montevideo, que su hijo hab�a vivido siempre demostr�ndose a s� mismo que pod�a hacer todo lo que no pod�a hacer, y que as� hab�a ido puliendo su asombrosa voluntad. Los continuos ataques de asma le hab�an interrumpido la escuela en cuarto a�o, pero sigui� dando ex�menes por su cuenta y luego fue brillante estudiante de medicina. A los 17 a�os se ganaba la vida trabajando, escrib�a poemas (bastante malos) y practicaba, a su manera, el �lgebra y la arqueolog�a. Entonces empez� a redactar un diccionario filos�fico. A los 18 a�os, el ej�rcito argentino lo declar� absolutamente inepto para la vida militar. Celia, que tanto se le parec�a, le tomaba el pelo por intolerante y fan�tico. Ella me dijo que �l actuaba movido por una tremenda necesidad de totalidad y pureza. As� se convirti� en el m�s puritano de los revolucionarios occidentales. En Cuba era el jacobino de la revoluci�n. "Cuidado, que viene el Che", advert�an los cubanos, bromeando pero en serio.
Creador de Revoluciones
Todo o nada: agotadoras batallas ha de haber librado este refinado intelectual contra su propia conciencia tentada por la duda: con rigor de monje o de guerrero iba conquistando certidumbres de hierro. Con la capacidad de sacrificio de un cristiano de las catacumbas, el "Che" hab�a elegido un puesto en la primera l�nea de fuego, y lo hab�a elegido para siempre, sin concederse a s� mismo el beneficio de la duda ni el derecho al cansancio.
Este es el ins�lito caso de un hombre que abandona una revoluci�n ya hecha por �l y un pu�ado de locos para lanzarse, con otro pu�ado de locos, a empezar otra. Porque no vivi� para el triunfo sino para la pelea; la pelea de nunca acabar contra la indignidad y el hambre; y ni siquiera se hizo el obsequio de volver la cabeza hacia atr�s para mirar el hermoso fuego que levantaban sus propias naves quemadas. El "Che" no era hombre de escritorio: era un creador de revoluciones, y se le notaba; no era, o era a pesar suyo, un administrador. Ten�a que estallar de alguna manera aquella tensi�n de le�n enjaulado que su calma aparente delataba.
Le faltaba la sierra. Y con eso no quiero decir que no se haya entregado entero, en cuerpo y alma y sombrero, a las tareas de alta responsabilidad que cumpli� en el Gobierno de Cuba. Se sospechaba que no dorm�a nunca, y los domingos cortaba ca�a como un obrero voluntario. Nadie sabe de d�nde sacaba tiempo para leer, escribir, polemizar. Y para pelear con su asma implacable, que ya hab�a llevado a cuestas en los tiempos de la guerrilla. El propio Ernesto, me cont�, que "la orden de partida lleg� de golpe, y todos tuvimos que salir de M�xico tal y como est�bamos, en grupos de a dos o tres. Ten�amos un traidor entre nosotros, y Fidel hab�a ordenado la salida s�bita para evitar que el traidor avisara a la polic�a. Aquel traidor todav�a no sabemos qui�n era. Y as� fue que me tuve que ir sin el inhalador, y durante la traves�a me vino un ataque de asma tan espantoso que no s� c�mo hice para llegar". El Che hac�a lo que dec�a; dec�a lo que pensaba y pensaba como viv�a. Todos los cubanos lo sab�an, todos lo ve�an.
Candela, el ch�fer que nos acompa�� a todo lo largo de Cuba, al volante de un lujoso C�dillac, reci�n expropiado, sol�a llamarlo caballo. Este supremo elogio a la cubana, s�lo se aplicaba en su boca a tres personas: Fidel, el "Che" y Shakespeare. La divulgaci�n popular del teatro estaba dando frutos de esta manera m�s bien imprevista: cada dos por tres, Candela entraba en trance y se pon�a a hablar torrencialmente del dramaturgo isabelino (Se pronunciaba de varias maneras; los yanquis le dicen Ch�spir) y de sus obras que bien conoc�a: �Qu� va! �se s� que era un caballo muy did�ctico, s� se��.
El Che ten�a varias obsesiones, y una obsesi�n en el centro de todas las dem�s, era la m�stica del socialismo en marcha, la fe del pueblo en el mundo nuevo que nace, debe ser el motor del desarrollo. �l desconfiaba de est�mulos materiales, y en la entrevista me dijo as�, con todas las palabras:
-"Hay sistemas de retribuci�n que pueden darle a cada cual la esperanza de llegar a ser Rockefeller".
Tambi�n, reneg� del sistema de c�lculo econ�mico y neg� la vigencia de la ley del valor en el tr�nsito al socialismo. Me dijo:
-"�ste es un periodo de decisi�n para Cuba. Y no podemos, no debemos olvidar que existe un peligro de retorno al capitalismo. Otros casos lo demuestran".
Este tema lo indignaba. Durante nuestra conversaci�n no llam� "compa�eros", sino "se�ores", a quienes quer�an llevar adelante una l�nea opuesta a la suya en el proceso econ�mico de la revoluci�n.
Con el mismo estilo, filoso, pele�n, atacaba a sus propios errores:
-"Fue un disparate apurarse tanto con la industrializaci�n. Quisimos sustituir todas las importaciones de golpe, por la v�a de la fabricaci�n de productos terminados. Quer�amos acabar de una vez con la dictadura del az�car. Y as�, es verdad que el monocultivo es subdesarrollo, pero no vimos las complicaciones enormes que trae la importaci�n de los productos intermedios".
Sobre la "Coca Cola", fabricada en Cuba, me repiti� lo que poco antes hab�a dicho por la televisi�n:
-"Sabe a jarabe de pecho".
La irreverencia del "Che" no perdonaba a nadie. A los dirigentes comunistas que acud�an a Cuba, en incesante peregrinaci�n, sol�a recordales que "las revoluciones se hacen y no se dicen, que la misi�n de los partidos comunistas es estar a la vanguardia de la revoluci�n, pero que lamentablemente ocurre, en casi toda Am�rica Latina, que est�n a la retaguardia".
Pero, quiz� por nostalgia, por defenderse de los tirones del terru�o perdido, mitad venganza, mitad homenaje, los argentinos eran el blanco predilecto de sus m�s �cidos comentarios. Suya era la "malvada" iniciativa de financiar la revoluci�n latinoamericana comprando a ciertos argentinos de Buenos Aires por lo que valen y vendi�ndolos por lo que creen que valen.
-"El destino de Cuba parece �ntimamente ligado al destino de la revoluci�n latinoamericana -le coment�-. Cuba no puede ser coagulada dentro de fronteras. Funciona como motor de la revoluci�n continental �O no?
-"Podr�a haber -me dijo- posibilidades de que no. Pero nosotros hemos eliminado esas posibilidades. La posibilidad de que los movimientos revolucionarios latinoamericanos no estuvieran directamente ligados a Cuba hubiera podido concretarse si Cuba accediera a dejar de ser ejemplo para la revoluci�n latinoamericana. Por el solo y simple hecho de estar viva, no es ejemplo. �De qu� modo es ejemplo? Del modo como la revoluci�n cubana encara las relaciones con los Estados Unidos, y de la lucha contra el imperialismo. Cuba se podr�a limitar a ser un ejemplo puramente econ�mico, digamos".
Cuba, autom�vil; EE UU, tren
-"Una especie de vitrina al socialismo..."
-"Una vitrina. Esa ser�a una f�rmula que, hasta cierto punto, garantizar�a a Cuba, pero que la divorciar�a de la revoluci�n latinoamericana. No somos vitrina".
-"En el supuesto caso de que nuevas revoluciones estallaran en Am�rica Latina, �no se producir�a un cambio de calidad en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos? Se habla de que existe una posibilidad de un acuerdo de coexistencia sobre determinadas bases. Pero, si el incendio se propaga y el imperialismo se ve obligado a echar agua al fuego �cu�l ser�a entonces la situaci�n de Cuba, es decir, de la chispa?
-"Nosotros definimos la relaci�n entre Cuba y los Estados Unidos en la �poca actual como un autom�vil y un tren que van corriendo m�s o menos a la misma velocidad, y el autom�vil tiene que cruzar el paso a nivel. A medida que se acerca al paso a nivel, se acerca la posibilidad de confrontaci�n y de choque. Si el autom�vil -que ser�a Cuba- cruza antes que el tren, es decir, si la revoluci�n latinoamericana adquiere cierto grado de profundizaci�n, ya se ha pasado al otro lado, ya se ha atravesado el paso a nivel: ya Cuba no tiene significaci�n. Porque a Cuba no se le ataca por despecho del imperialismo, sino que se le ataca por la significaci�n que tiene. Nosotros vamos agravando nuestras confrontaciones con Estados Unidos d�a a d�a, objetiva y fatalmente, a medida que se agrava la situaci�n en Am�rica Latina -y lo mejor que tiene, es lo mal que est�-. Y si la situaci�n se agrava tan convulsivamente que obliga al imperialismo a emplearse en gran escala, ya el problema fundamental deja de ser Cuba como catalizadora, porque se ha producido la reacci�n qu�mica. La inc�gnita es: si cruzaremos, o no, antes que el tren. Podr�amos frenar. Es dif�cil que frenemos".
-"Pero, entonces, �hasta qu� punto es posible la coexistencia?
-"No se trata de Cuba, sino de Estados Unidos. No interesa Cuba a Estados Unidos si la revoluci�n no cuaja en Am�rica Latina. Si Estados Unidos dominara la situaci�n, qu� le importar�a Cuba".
-"Y en el supuesto caso de que la revoluci�n no estallara �es posible que Cuba siga adelante?"
-"Claro que es posible".
-"�A largo plazo?".
-"A largo plazo. Ya pas� el periodo peor del bloqueo".
-"Quiero decir si el aislamiento de Cuba de sus fuentes nutricias latinoamericanas no podr�a producir deformaciones internas, rigidez ideol�gica y lazos de dependencia cada vez m�s agobiantes".
-"Me parece un poco idealista la cosa. Uno no puede hablar de fuentes nutricias. Las fuentes nutricias son la realidad cubana, cualquiera que ella sea, y la aplicaci�n correcta del marxismo-leninismo a las condiciones de este pa�s y al modo de ser del pueblo cubano.
El aislamiento puede provocar muchas cosas. Por ejemplo, que nos equivoquemos en la forma de apreciar la situaci�n pol�tica en Brasil. Pero distorsiones en la marcha de la revoluci�n, no". Ya era entrada la noche cuando alguien, un enemigo, irrumpi� en la habitaci�n para recordar al "Che", que su rival le aguardaba, desde hac�a media hora, ante el tablero de ajedrez, en el piso de abajo.
"Lo siento -me dijo el Che-, pero el deber me llama".
"�l hab�a elegido un puesto en la primera l�nea de fuego, sin concederse ning�n derecho al cansancio humano leg�timo"
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