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Hay millones como el Che

Enviado por: FARABUNDO-VIVE en 07 Oct, 2007 - 10:05 Noticias 

Fidel habla del Guerrillero heroico
Koeyu latinoamericano/ inSurGente.- “(…)Yo dec�a: "El Che es un jefe estrat�gico, debe ir para Bolivia cuando ya est� desarrollada una fuerza suficientemente s�lida y probada". �l estaba impaciente; pero no exist�an a�n las condiciones m�nimas imprescindibles. Tuve que convencerlo: "No est�n creadas las condiciones". Porque �l era un cuadro estrat�gico, con una experiencia grande y condiciones de estadista, no deb�a arriesgarse en esa etapa inicial.(…) Lleg� un cable noticioso informando lo que hab�a ocurrido en la quebrada de El Yuro el 8 de octubre de 1967.



En la mayor�a de los cables lo que se anunciaba era mentira, pero ese cable narraba algo que hab�a ocurrido realmente, porque aquella gente no ten�a la imaginaci�n suficiente para inventar una historia ajustada a la �nica forma en que una guerrilla pod�a exterminarse. Para m� la conclusi�n fue instant�nea: vi que era una noticia veraz.(…)”.

El Che y el movimiento antimperialista - la carta de despedida - en las guerrillas de �frica - regreso a Cuba preparando la misi�n en los Andes - el �ltimo combate la lecci�n del Che

Despu�s de la Crisis de Octubre, el peligro de una agresi�n norteamericana se aleja. La Revoluci�n prosigue su consolidaci�n. El Che Guevara empieza a recorrer el mundo. Parece que �l se interesaba mucho por lo internacional, por el movimiento antimperialista, �no?

Era bastante observador de la situaci�n del Tercer Mundo. Se preocup� por los asuntos internacionales, por la Conferencia de Bandung, el Movimiento de los No Alineados y otros temas. �l se marcha en 1965, hab�a recorrido el mundo, sostuvo reuniones con Zhou Enlai, con Nehru, con Nasser, Sukarno, porque ten�a en realidad mucha vocaci�n internacionalista y mucho inter�s por los problemas del mundo en desarrollo.

En relaci�n con China, recuerdo que el Che habl� con varias personalidades chinas, hizo contacto con Zhou Enlai —como ya dije—, se reuni� con Mao, se interes� por el pensamiento revolucionario chino. No tuvo conflictos con los sovi�ticos; pero es obvio que �l era m�s partidario, o ve�a con mayor simpat�a a China.

Incluso visit� Yugoslavia, a pesar de la autogesti�n y todas esas cuestiones que a m�, realmente, no me agradaban mucho. Porque una cooperativa ten�a hoteles y otras actividades que la apartaban de su objetivo original, y ya yo hab�a visto algunas en Cuba que, a veces, en vez de dedicarse a la agricultura, se dedicaban al comercio y al turismo.

�l, en diciembre de 1964, estuvo en Naciones Unidas, luego en Argelia, y estuvo viajando por �frica tambi�n en los primeros meses de 1965.

S�; pero ya despu�s, eso fue una estrategia, en la fase final del desarrollo de su misi�n, cuando ya se hab�a tomado la decisi�n de que �l fuera a Bolivia. Estaba bien, con un entusiasmo tremendo, y ten�a el prop�sito de contribuir a la revoluci�n en Argentina. Iba creando condiciones, porque entonces todos nos quer�an destruir y la respuesta nuestra era cambiar lo que exist�a. Esa fue la gran verdad. Siempre nos atuvimos a ese principio.

Usted me dijo una vez: "Ellos internacionalizaron el bloqueo, nosotros internacionalizamos la guerrilla".

El caso de Trujillo, contra quien un grupo de dominicanos armados parti� de Cuba en julio de 1959, lo cual se constituy� en el primer movimiento de apoyo a la lucha contra una dictadura —en ese caso se trataba de un viejo compromiso con los dominicanos que luchaban con nosotros—, fue una excepci�n. Trujillo hab�a suministrado armas a Batista, all� se refugi� este al finalizar la guerra y desde all� partieron acciones armadas contra nuestro pa�s.

Con respecto a los dem�s pa�ses en similar situaci�n, la norma era el respeto, acogernos al derecho internacional, a pesar de que ninguno de ellos pod�a tener mucha simpat�a hacia nosotros. Pero exist�an distintos matices, algunos con m�s independencia respecto a Estados Unidos, otros menos. Claro que los m�s incondicionales rompieron relaciones de inmediato con Cuba, otros resistieron; Brasil resisti�, Uruguay resisti�, Chile resisti�. Venezuela, en cambio, no resisti� nada, porque estaba all� R�mulo Betancourt, quien fue de izquierda un tiempo y m�s tarde un saco de rencor reaccionario. De este modo un grupo de pa�ses latinoamericanos mantuvo relaciones con Cuba durante un tiempo, y M�xico todo el tiempo.

Los Estados Unidos les reprocharon a ustedes ayudar en todas partes a la subversi�n.

Las exigencias de los norteamericanos a Cuba han sido de distintos tipos; han ido variando, a cada rato a�ad�an otras nuevas.

Primero, ten�amos que renunciar al socialismo; luego, hab�a que romper los v�nculos comerciales y de todo tipo con la URSS. Siempre han planteado alguna demanda, despu�s de condenarnos y de aislarnos; despu�s de Gir�n, despu�s de la Crisis de Octubre; cada vez surg�an nuevos problemas. M�s adelante fueron las luchas revolucionarias en Am�rica Latina: al estallar �stas Cuba deb�a cesar todo apoyo a esas luchas —le estoy citando algunas de las demandas—; m�s tarde Angola, cuando fue atacada por Sur�frica en 1975, todo el mundo conoce lo que pas�: hab�a que retirarse de Angola, si nos retir�bamos de Angola se resolv�an los problemas con Cuba, eso nos dec�an..., y as� por el estilo.

Despu�s hubo m�s problemas a�n, porque hab�a surgido, en 1974, la revoluci�n en Etiop�a, y por la situaci�n creada all� nos vimos en la necesidad de cooperar en 1977 con los et�opes y de hacerlo tambi�n con otras causas. �ramos un pa�s aislado y, mientras m�s Estados Unidos intentaba aislarnos, m�s nos relacion�bamos con el resto del mundo.

Pero a ustedes se les sigui� acusando de "exportar la revoluci�n".

Para aquella �poca, en los a�os 60, ya nadie en Am�rica Latina ten�a relaciones diplom�ticas con nosotros; excepto —como dije— M�xico. Nosotros en aquel momento nos atuvimos a las normas internacionales. S� quer�amos la revoluci�n, la dese�bamos, por doctrina, por convicci�n; pero respet�bamos el derecho internacional. Yo sostengo, adem�s, que la revoluci�n no puede ser exportada, porque nadie puede exportar las condiciones objetivas que hacen posible una revoluci�n. Siempre hemos partido de ese criterio y seguimos pensando as�.

Despu�s del triunfo de la Revoluci�n, yo estuve, en mayo de 1959, en Buenos Aires. Esa visita coincidi� con una reuni�n de la OEA [Organizaci�n de Estados Americanos], y all� plante� una especie de Plan Marshall para Am�rica Latina —como el famoso plan de ayuda a la reconstrucci�n de Europa—, y estim� su costo en 20 mil millones de d�lares. Bueno, no contaba con la experiencia de ahora ni mucho menos. Pero s� ten�a algunas ideas: experiencia internacional no mucha, excepto todo lo que hab�a le�do a lo largo de mi vida y las meditaciones sobre el tema. Mi experiencia concreta sobre Am�rica Latina tampoco era mucha. No obstante tuve la iniciativa de plantear en Buenos Aires la cuesti�n del desarrollo. �Sabe cu�nto deb�a Am�rica Latina en aquella �poca?

No.

Cinco mil millones de d�lares.

Comparada con la deuda que tiene hoy —850 mil millones de d�lares— no es gran cosa.

Am�rica Latina ten�a entonces la mitad de la poblaci�n, eran menos de 250 millones de latinoamericanos; hoy cuenta con m�s de 500 millones de habitantes. La deuda externa —no hablo de deuda interna, que es tambi�n deuda de la naci�n con los que tienen mucho dinero— es deuda que el pa�s tiene que pagar al extranjero con intereses. Esto no comprende fuga de capitales, intercambio desigual, la fuga de capital hacia pa�ses de moneda fuerte y econom�a m�s s�lida, los privilegios que Bretton Woods concedi� a Estados Unidos, los derechos de quien imprime el d�lar en el mundo. Ya el refugio del papel moneda no es el oro, porque el presidente Nixon, en agosto de 1971, suspendi� unilateralmente la conversi�n del d�lar en oro y no qued� m�s que el d�lar, la �nica divisa existente en este hemisferio; todas las dem�s variaban mucho y ninguna era segura. Entonces todo el dinero de todos los pa�ses latinoamericanos, bien o mal habido, tiende a fugarse, y se fuga hacia Estados Unidos.

Ese plan que propuso usted en la OEA fue rechazado, me imagino.

Con aquel plan se hubieran evitado muchas tragedias en este continente. Y dos a�os despu�s, ya se lo mencion�, Kennedy retorn� la idea y plante� una suerte de Plan Marshall para Am�rica Latina, la Alianza para el Progreso: reforma agraria, reforma fiscal, construcci�n de viviendas, etc�tera.

Lo cual no le impidi� seguir hostigando a Cuba.

S�, en aquel entonces ellos nos liberaron de compromisos. Pienso que exist�an condiciones objetivas, y que lo hecho por el Che fue absolutamente correcto, no hubo ni la menor discrepancia. En ese momento ya se habla de la pol�tica intervencionista de Estados Unidos, y el presidente John Kennedy, realmente un tipo con talento, tuvo la desgracia de heredar aquella expedici�n de Playa Gir�n contra Cuba, y la recibe y asimila. Es valiente en la derrota, porque asumi� toda la responsabilidad y dijo aquella frase: "La victoria tiene muchos padres, la derrota es hu�rfana".

Kennedy se entusiasm� mucho con los "boinas verdes", las tropas especiales, y las envi� a Vietnam. �l hab�a sido combatiente en la Segunda Guerra Mundial, se port� bien, seg�n se afirma, pero se compromete irresponsable e injustificadamente con la atroz e ignominiosa guerra en Vietnam, da los primeros pasos y comienza a enviar refuerzos. Por ah� empez� todo. Los vietnamitas, que en 1954 ya hab�an ganado una guerra contra Francia, a su vez —seg�n nos han contado ellos—, viendo la victoria de la Revoluci�n Cubana en Playa Gir�n, se sintieron inspirados, siempre han dicho que lo nuestro ejerci� influencia, y tuvieron confianza en que podr�an luchar. Tal vez fuera cortes�a. Ellos siempre mantuvieron su combativa organizaci�n en el Sur.

Tambi�n Vietnam los inspir� a ustedes. El Che dec�a: "Hay que crear dos, tres, muchos Vietnam".

Yo le doy toda la raz�n, y afirmo que doce a�os despu�s de su muerte, en 1979, ya se hab�a acabado la guerra de Vietnam, y triunfa el movimiento sandinista en Nicaragua, con un tipo de lucha como la que nosotros llevamos a cabo y como la del Che. Tambi�n se desarrolla el movimiento salvadore�o con temible fuerza, uno de los que m�s experiencia adquiri�.

Ustedes ayudaron bastante a los salvadore�os, �verdad?

Ofrecimos nuestra modesta cooperaci�n. Los vietnamitas, a ra�z de su victoria en 1975 sobre Estados Unidos, nos entregaron muchas armas norteamericanas recuperadas por ellos despu�s de la ca�da de Saig�n; nosotros las transportamos en barco, pasando por el sur de �frica, y una parte se las entregamos a los salvadore�os del FMLN [Frente Farabundo Mart� para la Liberaci�n Nacional].

�Ustedes estimaban que las condiciones estaban dadas en Am�rica Latina para que pudiese repetirse otra experiencia revolucionaria como la de Cuba?

Mire, hay factores de orden subjetivo que pueden cambiar la historia. A veces existen condiciones objetivas para los cambios revolucionarios y no se dan las condiciones subjetivas. Fueron los factores de car�cter subjetivo los que impidieron que realmente, en aquella �poca, no se extendiera la revoluci�n. El m�todo de la lucha armada estaba probado. Ya le digo, Nicaragua triunfa doce a�os despu�s de la muerte del Che en Bolivia. Es decir que las condiciones objetivas en muchos pa�ses del resto de Am�rica Latina eran superiores a las de Cuba. Aqu� exist�an muchas menos condiciones objetivas, pero eran suficientes para hacer una, dos o tres revoluciones. En el resto de Am�rica Latina las condiciones objetivas eran mucho mayores.

Debo decir que nosotros contribuimos mucho a la unidad de aquella gente en Nicaragua, en el Salvador, en Guatemala. A los sandinistas, que estaban divididos; a los salvadore�os, divididos en no menos de cinco organizaciones; a los guatemaltecos, igualmente fragmentados. La misi�n nuestra fue unir, y realmente logramos unirlos. Hemos sido solidarios y hemos dado alguna modesta cooperaci�n a los revolucionarios de Centroam�rica. Pero ser solidario y dar alguna forma de cooperaci�n a un movimiento revolucionario no significa exportar la revoluci�n.

Pero ustedes ayudan al Che a llevar la revoluci�n a Bolivia.

S�, cooperamos con el Che, compart�amos sus puntos de vista. Che ten�a raz�n en aquel momento. Entonces se habr�a podido extender la lucha, lo creo con franqueza. En aquella �poca, 1968, todav�a no hab�a surgido Torrijos en Panam�. Se producen igualmente otros fen�menos, el triunfo de Allende en Chile en 1970, y comienzan a restablecerse las relaciones con Cuba.

En Colombia ya exist�a la guerrilla, desde 1948, desde antes que nosotros libr�ramos la lucha en Cuba. Pero esa es otra historia m�s complicada, porque all� durante bastante tiempo la guerrilla fue vista un poco como el Movimiento 26 de Julio lo era en Cuba. Surgieron despu�s una serie de factores colaterales. No quiero hacer an�lisis sobre el tema, algo siempre muy delicado.

�Che le cuenta a usted, le dice cu�l es su proyecto con respecto a Bolivia y Argentina? �Usted comparte con �l eso?

�l estaba impaciente. Lo que se propon�a hacer era dif�cil. Por nuestra propia experiencia, le digo al Che que pod�an crearse mejores condiciones. Le planteamos que hac�a falta tiempo, que no se impacientara. Dese�bamos que otros cuadros menos conocidos adelantaran los pasos iniciales y crearan las mejores condiciones para lo que �l quer�a hacer. �l sab�a lo que es la vida guerrillera, sab�a que se necesitaba una resistencia f�sica, una edad determinada. Y aunque �l se sobrepon�a a las limitaciones y ten�a una voluntad de acero, sab�a que si esperaba m�s tiempo no estar�a en las mejores condiciones f�sicas.

Lleg� el momento en que �l ya est� preocup�ndose por esos factores, aunque no lo exteriorizaba. Hab�a otras consideraciones de gran peso en �l: haber enviado, casi en los primeros a�os de la Revoluci�n, a un periodista, Jorge Ricardo Masetti —que estuvo con nosotros en la Sierra, despu�s fue fundador de la agencia Prensa Latina, Che y �l eran muy amigos—, a organizar un grupo guerrillero en el norte de Argentina. Y Masetti muri� en aquella misi�n. El Che era adem�s una persona que cuando enviaba a un hombre a una misi�n y ocurr�a la tragedia de la muerte, eso le impactaba considerablemente. Le dol�a cada vez que se acordaba de los compa�eros que murieron. Eso puede observarse en el diario que escribe en Bolivia, cuando se lee lo mucho que lo impact�, por ejemplo, la muerte del compa�ero Eliseo Reyes, el "Capit�n San Luis", y �l lo escribe en su diario: "Hemos perdido al mejor hombre de la guerrilla, y, naturalmente, uno de sus pilares".

Uno de los que estuvo all�, en Bolivia y en el norte de Argentina, en 1962, es nuestro actual ministro del Interior, Abelardo Colom� Ibarra, "Furry", que ten�a entonces 22 a�os. Ya hab�a muerto Masetti. El Che estaba pensando en su plan, desde luego, plenamente apoyado por nosotros, de acuerdo con la promesa contra�da.

Cuando el Che, impaciente, quiere ir a cumplir su misi�n, le digo: "No est�n preparadas las condiciones". No quer�a que �l fuera a Bolivia a organizar un grupo peque�o, sino que esperara a que estuviera organizada la fuerza. Hab�amos vivido en nuestro caso toda la epopeya de la etapa inicial de nuestra guerrilla. Yo dec�a: "El Che es un jefe estrat�gico, debe ir para Bolivia cuando ya est� desarrollada una fuerza suficientemente s�lida y probada". �l estaba impaciente; pero no exist�an a�n las condiciones m�nimas imprescindibles. Tuve que convencerlo: "No est�n creadas las condiciones". Porque �l era un cuadro estrat�gico, con una experiencia grande y condiciones de estadista, no deb�a arriesgarse en esa etapa inicial.

Nosotros est�bamos ayudando en el Congo a la gente de Lumumba. Ya hab�amos cooperado con los argelinos en su guerra de 1961 contra la invasi�n marroqu�. Che estaba impaciente. Pero como �frica y su lucha lo atra�an mucho, le propongo ir al �frica para una importante tarea, mientras se creaban las condiciones m�nimas en Bolivia para iniciar una lucha, cuyo objetivo fundamental era su patria: Argentina, para lo que despu�s ser�a una lucha m�s amplia en la regi�n. La tarea en �frica era muy importante por la necesidad de dar apoyo al movimiento guerrillero en el Este del Congo belga contra Tshomb�, Mobutu y los mercenarios europeos.

�El movimiento que dirig�a Laurent-D�sir� Kabila en esa �poca?

No, en ese momento era Gaston Soumialot quien estaba de jefe, vino a Cuba y le ofrecimos ayuda. Se la ofrecimos tambi�n a trav�s de Tanzania, con el consentimiento de Julius Nyerere, presidente entonces de aquel pa�s. El Che y los cubanos que fueron con �l cruzaron el lago Tanganyika. All� s� enviamos, en abril de 1965, un buen destacamento con el Che. Alrededor de 150 hombres bien armados y con una experiencia grande. En aquel movimiento revolucionario africano estaba todo por hacer: la experiencia, la preparaci�n, la instrucci�n. Fue una tarea dura. En esa actividad transcurrieron varios meses de la vida del Che.

En su diario de �frica, el Che es muy cr�tico con los jefes de aquella guerrilla.

�l era muy cr�tico, de aquellos jefes o de cualquiera. Ten�a esas caracter�sticas, el h�bito de ser muy cr�tico y autocr�tico. Era duro en las cr�ticas de los dem�s y con �l mismo.

�Era duro consigo mismo?

S�, era muy exigente con �l, ya le cont� lo de M�xico y el Popocat�petl. Incluso, a veces, por cualquier bober�a en que �l se hubiera desconcertado un segundo, se criticaba a s� mismo. Pero era tambi�n muy honesto y muy respetuoso.

Se top� obst�culos muy grandes en �frica cuando llega all� en abril de 1965. Es maravillosa la historia. En un momento dado interven�an mercenarios blancos, surafricanos, rhodesianos, belgas y hasta cubanos contrarrevolucionarios que trabajaban para la CIA. Las fuerzas africanas no estaban suficientemente preparadas. El Che quer�a ense�arles a combatir, explicarles que pod�a haber una variante u otra. Porque cuando adquieren una experiencia, una cultura de guerra, aquellos congole�os son soldados temibles. Les faltaba esa cultura, y cuando la adquir�an se volv�an extraordinarios soldados, soldados temibles. Tambi�n ten�an esa caracter�stica los et�opes; y los namibios, y los otros, los angolanos, cuando adquir�an la cultura de guerra, eran igualmente soldados extraordinarios.

Esa cultura de la guerra no hab�a sido adquirida todav�a por los combatientes que estaban en el Este del Congo. Se lo dijimos al Che. Enviamos desde La Habana compa�eros nuestros para analizar la situaci�n, y dispuestos a apoyarlos. Si hubiera habido que enviar m�s tropas, lo habr�amos hecho, pues dispon�amos aqu� de voluntarios de sobra; pero realmente aquella lucha no ten�a perspectivas, no hab�a condiciones para su desarrollo en ese momento, y le pedimos al Che que se replegara.

�l se qued� alrededor de siete meses en el Congo. Y de ah� va a Tanzania, est� un tiempo all�, en Dar-es-Salaam.

A todas estas el Che se ha despedido, y, como es l�gico, se ha marchado —se puede decir—clandestinamente de Cuba. Entonces comenzaron las calumnias, comenz� a decirse que el Che hab�a "desaparecido".

La prensa internacional dec�a que hab�a una ruptura entre ustedes, desacuerdos pol�ticos graves, se dec�a que aqu� lo hab�an encarcelado y hasta que lo hab�an matado...

Nosotros soportamos silenciosamente aquella sarta de rumores y calumnias. Pero �l, al marcharse, a finales de marzo de 1965, me hab�a escrito una carta de despedida.

�Usted no hab�a hecho p�blica esa carta?

No. Yo ten�a la carta en mi poder, y la hago p�blica el 3 de octubre de 1965, en el acto en que se anuncia la constituci�n del Comit� Central del nuevo Partido Comunista de Cuba, porque hab�a que explicar la raz�n de la ausencia del Che en ese Comit� Central. Entretanto, la calumnia andando, el enemigo sembrando la ciza�a y la duda, difundiendo el rumor de que el Che Guevara hab�a sido "purgado" por discrepancias con nosotros.

Hab�a toda una campa�a de rumores.

�l me hace aquella carta espont�neamente, creo que hasta con mucha franqueza: "Me arrepiento de no haber cre�do suficientemente en ti... ". Y habla entonces de la Crisis de Octubre y otras cosas. Yo pienso que �l no cre�a en mucha gente, porque era muy cr�tico.

Un d�a hab�a escrito unos versos para m�. Yo ni siquiera lo sab�a. Siempre fue conmigo muy afectuoso, siempre fue respetuoso y siempre acat� mis decisiones. Yo no me le impon�a, yo discut�a, no suelo dar �rdenes; suelo persuadir de lo que debe hacerse. Muy rara vez tuve que decirle: "T� no vas a hacer esto", prohibirle algo.

De �frica, �l se va a Checoslovaquia, a Praga, en marzo de 1966; una situaci�n complicada; est� all�, de hecho, clandestino. Como ha escrito la carta de despedida y como �l ten�a un pundonor tremendo, no le pasaba por la mente, despu�s de haberse despedido, volver a Cuba. Pero los cuadros para lo de Bolivia ya estaban escogidos y se preparaban. Entonces yo le escribo una carta en la que le razono, apelo a su deber y a la racionalidad.

�Para que regrese a Cuba?

S�. Creo que la familia ha publicado esa carta. Le hago una carta y le hablo as�, serio. Lo persuado de que regrese, le digo que es lo m�s conveniente para lo que �l quer�a hacer: "Desde all� es imposible hacer esto. Tienes que venir". No le digo "tienes que venir" como una orden; lo persuado, le digo que su deber es regresar, pasar por encima de cualquier otra consideraci�n, y terminar la preparaci�n para el plan en Bolivia. Y �l regresa clandestinamente. Bueno, nadie lo conoci� en ninguna parte. Tampoco durante el viaje. Volvi� aqu� en julio de 1966.

�Estaba disfrazado?

Mire, estaba tan disfrazado que una vez yo invit� a unos cuantos compa�eros de la Direcci�n, les dije que quer�a que conocieran a un amigo muy interesante. Estuvimos almorzando, y ninguno lo reconoci�. F�jese si estaba de verdad disfrazado.

�Ra�l estaba frente a �l y no lo reconoci�?

Ra�l se hab�a despedido de �l unos d�as antes en el centro donde se entrenaba, y el d�a del almuerzo se encontraba de visita en la URSS. Ninguno de los que estaban conmigo se dio cuenta de que era el Che. Indiscutiblemente, nuestra gente fue muy capaz al disfrazarlo, transformarlo. �l fue a un lugar de Pinar del R�o, en una zona monta�osa, donde hay una casa, la finca de San Andr�s. All� organiza la fuerza, pasa meses prepar�ndose con los quince hombres que iban a acompa�arlo. �l escogi� a la gente que deseaba. Tambi�n fue donde vio las �ltimas veces a su esposa y a sus hijos. Y all� yo lo visitaba.

�Para llev�rsela a la guerrilla de Bolivia?

Algunos eran guerrilleros veteranos de la Sierra, otros hab�an luchado con �l en el Congo. �l convers� con cada uno de ellos.

Yo le puse algunas objeciones con algunos compa�eros. Le dije: "Mira, no hagas esto". Iba a separar a dos combatientes, dos hermanos que hab�an estado muy unidos, y le digo: "No separes a estos hermanos, d�jalos", eran buenos. Sobre otro, de quien yo conoc�a mucho sus caracter�sticas, muy buen soldado, pero a veces era un poco discutidor.

Le advert� en algunos casos. Todos los que fueron a Bolivia eran excelentes; entre ellos Eliseo Reyes, el "Capit�n San Luis", de quien �l escribe cuando muere: "Tu figura peque�a de capit�n valiente..."; de Neruda saca aquella frase —�l le�a mucho a Pablo Neruda—, un verso muy bonito, est� en su diario de Bolivia. �l lo quer�a entra�ablemente. El Che era ese hombre tambi�n.

�l escogi� a todos, y lo discutimos. Le hice algunas sugerencias, y �l defendi� a aquel que ten�a grandes cualidades, pero a quien yo conoc�a y ten�a temor a alguna indisciplina, y eso era muy importante. Yo habl� mucho con �l hasta cuando se fue, en octubre de 1966. �Con qu� entusiasmo se fue!

Se ha discutido mucho sobre la regi�n de Bolivia, �ancahuazu, en la que el Che instala la guerrilla. �Usted qu� piensa?

Cuando �l fue para Bolivia, eso no ten�a otra alternativa, porque en aquella situaci�n, con los hombres que llevaba de su plena confianza, su experiencia... Bueno, �l conoc�a aquello. Debray hab�a ido, hab�a prestado algunos servicios como periodista, reuni� mapas. Yo le di esa tarea.

�Usted manda a R�gis Debray a Bolivia?

Yo lo mando a recoger informaci�n y mapas de aquel territorio.
Che no est� all� todav�a. Cuando �l llega, en noviembre de 1966, empieza a organizar a la gente.

Al final —eso es lo que pienso, y yo lo conoc�a muy bien— estaba haciendo un excelente movimiento y ya ten�a cuadros bolivianos, como Inti Peredo y otros. �l conoc�a bien a los bolivianos, su car�cter, y me lo dijo. Inicialmente se instalaron, por l�gica precauci�n, en una zona donde exist�a una base campesina. En el lugar escogido por �l, mientras hace una excursi�n entrenando a la gente, que se prolong�, surgen problemas. Realiza una breve incursi�n a una zona m�s poblada y, cosa incre�ble, por tercera vez —ya le habl� de las dos primeras— el Che no llevaba los medicamentos.

�En Bolivia, �l no ten�a medicamentos para su asma?

Se queda sin medicamentos, es la tercera vez. �l sale a hacer una excursi�n, una larga excursi�n que se prolong� mucho, estuvo casi cuarenta d�as. Sale de nuevo en breve incursi�n, y la medicina para el asma queda en el campamento, que fue ocupado por el ej�rcito boliviano. De esto se derivaron serias dificultades.

�C�mo explica usted la muerte del Che?

El Che, cuando regresa de la excursi�n prolongada, se encuentra ya problemas, se produce una bronca entre el dirigente del Partido comunista boliviano, —Mario Monje, que ten�a gente all�, y uno de los dirigentes de la otra l�nea anti Monje, llamado Mois�s Guevara. Monje pide mando, y el Che era muy recto, r�gido... Yo pienso que el Che debi� hacer un mayor esfuerzo de unidad, es una opini�n que le doy. Su car�cter lo lleva a ser muy franco y entabla una �spera discusi�n con Monje, muchos de cuyos cuadros hab�an ayudado a la organizaci�n, porque Inti y los dem�s eran de ese grupo. Lo que Monje reclamaba era imposible: ser jefe de aquella fuerza, una ambici�n indignante e inoportuna.

Ya hab�a algunos problemas, y algo que no se ha mencionado o apenas se menciona, y que hizo mucho da�o al movimiento revolucionario en Am�rica Latina: la divisi�n entre prosovi�ticos y prochinos. Eso dividi� a toda la izquierda y a todas las fuerzas revolucionarias en el momento hist�rico en que exist�an las condiciones objetivas y era perfectamente posible el tipo de lucha que el Che fue a promover all�.

�Los esfuerzos que tuvimos que hacer cuando sabemos que se produce esa ruptura! En diciembre de 1966 Mario Monje viene aqu�. Viene luego el segundo jefe del Partido, Jorge Kolle. Yo los invit� y les expliqu� lo que hab�a pasado. A Juan Lech�n, un l�der obrero conocido, lo invitamos tambi�n, y estuve como tres d�as con �l por la zona oriental para persuadirlo de que ayudara al Che. Lo prometi�.

�Usted invita a Lech�n aqu� en La Habana?

S�, porque estaba muy preocupado con la ruptura. Pienso que realmente no hab�a ninguna raz�n para exigir aquel mando, simplemente tal vez hubiera hecho falta un poco, digamos, de mano izquierda. Porque, en realidad, si Monje lo pide, el Che le pod�a dar el t�tulo de general en jefe, de lo que quisiera, sin mando de tropa. Hab�a un problema de ambici�n, la aspiraci�n era un poco rid�cula. Monje no pose�a las condiciones para dirigir aquello..

�El Che pec� por rigidez?

Lo del Che era superhonradez, era superhonradez, y el t�rmino diplomacia, no enga�o, el t�rmino astucia, posiblemente le repugnaba.

Pero, �igame bien, si en nuestra propia Revoluci�n �cu�ntas veces descubrimos nosotros ambiciones en los hombres? �Qui�n pod�a sustituir? �Qui�n ten�a prestigio y talento para ocupar una determinada responsabilidad? Majader�as. M�s de una vez nosotros tuvimos que entregar mandos y hacer concesiones. Hace falta un cierto tacto en determinadas condiciones en que si t� vas directo no encuentras soluci�n. En aquel momento esa ruptura entre Monje y el Che hac�a da�o.

�Perjudicaba?

Perjudicaba mucho. No se sabe los esfuerzos que hicimos nosotros por impedir el da�o.

Para conciliar.

Usted no se imagina aqu�, incluso, algunas cosas que toleramos, errores grandes. iErrores grandes! Cometidos a veces por uno o por otro. Hicimos siempre, por encima de todo, una cr�tica al hecho, pero con el esp�ritu de unidad.

Claro que Monje actu� mal, y despu�s, ya le digo, vino el segundo del PCB, Jorge Kolle, y lo convenc� de que, a pesar de la disciplina partidista, no pod�a dejar abandonada a aquella gente. Llam� a Lech�n, convers� con �l, lo convenc� de que apoyara al movimiento guerrillero.

Pero ya, cuando apenas el Che llega de su recorrido, despu�s de esa excursi�n —que se extendi�, porque �l somet�a a prueba a los hombres, los entrenaba a partir de la propia experiencia que hab�amos tenido en las monta�as—, entonces se encuentra aquellos problemas all�, y casi inmediatamente hay una fuerza enemiga que est� entrando y la guerrilla cae en una emboscada del ej�rcito.

En un momento, sufren una traici�n. Y ya el ej�rcito sabe que hay una fuerza guerrillera en la zona. Es cuando, digamos, prematuramente, se desarrollan los combates, y lo que no quer�amos se produce; quer�amos que, antes del primer combate, estuviera organizado un frente, y hab�a fuerzas con qu� organizarlo.

Sin embargo, los factores pol�ticos vinieron a influir. En su diario el Che lo explica todo. Se produce lo siguiente: se divide el grupo. �l trata todo el tiempo de buscar el contacto con "Joaqu�n" y el grupo de "Joaqu�n", en el que estaba Tania. Invierte todo ese tiempo y se producen una serie de combates en el recorrido tratando de reunirse con "Joaqu�n". Es cosa curiosa, el Che llev� meses busc�ndolo, �meses! �l cre�a que era una mentira cuando escuch� por radio la noticia de la destrucci�n de aquel grupo.

Pero, en un momento dado, se convence de que ciertamente es real el aniquilamiento del grupo de "Joaqu�n", que se hab�a producido bastante tiempo atr�s. �l marchaba con Inti Peredo y los dem�s guerrilleros hacia una zona donde Inti ten�a contactos e influencia; pero recibe aquellas noticias. Eso lo impacta mucho y creo que, en ese momento, reacciona con cierta temeridad. �l va, adem�s, con algunos compa�eros que no est�n en buenas condiciones, casi no pueden moverse, eso retrasa, pero va avanzando; ya tiene cuadros bolivianos.

Todav�a ese grupo, si llega a aquella zona, prospera; pero �l mismo cuenta en el diario cuando llega a una tienda, y escribe: "Vamos precedidos por radio ‘Bemba’, todo el mundo nos est� esperando"; pero sigue. Llega por el mediod�a a una aldea, est� vac�a. Aldea vac�a es se�al de cosas extra�as, de la posible presencia de una fuerza, y �l a esa hora contin�a su marcha, en pleno d�a. Va a la vanguardia Inti. En ese momento, una tropa, una compa��a que est� observ�ndolo todo, mata a un miembro boliviano de la guerrilla, a algunos otros; rechazan la peque�a fuerza guerrillera, y el Che ten�a enfermos y unos pocos compa�eros en condiciones de luchar cuando cae all� en una zona sumamente dif�cil, la quebrada de El Yuro, donde combate y resiste hasta el momento en que una bala lo deja sin arma.

El Che no era hombre que pudiera caer prisionero; pero una bala le obstruye su fusil, y, ya muy cerca, lo hieren. Est� herido y sin fusil, as� es como lo apresan y llevan a un pueblito cercano, La Higuera. Al d�a siguiente, el 9 de octubre de 1967, al mediod�a, lo ejecutan a sangre fr�a. El Che s� que no habr�a temblado jam�s, porque, al contrario, cuando ten�a una situaci�n de peligro era cuando m�s se crec�a.

�Usted piensa que �l se hubiese inmolado?

Bueno, yo antes de caer prisionero me hubiera inmolado. Es seguro que �l lo habr�a hecho tambi�n; pero es que �l no tiene alternativa, est� combatiendo, que es lo que tiene que hacer. El Che era el hombre que luchaba hasta la �ltima bala, y que no ten�a ning�n temor a la muerte.

�C�mo se entera usted de la muerte del Che?

Aunque consciente de los peligros que �l estaba corriendo desde hac�a meses, y de las condiciones extremadamente dif�ciles que enfrentaba, su muerte me pareci� algo incre�ble, un hecho, no s�, al que uno no puede acostumbrarse f�cilmente. Pasa el tiempo y, a veces, uno sue�a con el compa�ero que muri�, y lo ve vivo, conversa con �l y, de nuevo, la realidad nos despierta.

Hay personas que, para uno, no murieron; poseen una presencia tan fuerte, tan poderosa, tan intensa, que no se consigue concebir su muerte, su desaparici�n. Principalmente por su continua presencia en los sentimientos y en los recuerdos. Nosotros, no solo yo, sino el pueblo cubano, sufrimos de manera extraordinaria con la noticia de su muerte, aunque no fue inesperada.

Lleg� un cable noticioso informando lo que hab�a ocurrido en la quebrada de El Yuro el 8 de octubre de 1967. En la mayor�a de los cables lo que se anunciaba era mentira, pero ese cable narraba algo que hab�a ocurrido realmente, porque aquella gente no ten�a la imaginaci�n suficiente para inventar una historia ajustada a la �nica forma en que una guerrilla pod�a exterminarse. Para m� la conclusi�n fue instant�nea: vi que era una noticia veraz.

El h�bito de estar siempre interpretando cables, en que t� ves mentiras, mentiras y mentiras, sin ninguna imaginaci�n, y de repente te das cuenta de que no pod�an inventar la historia de la �nica forma como pudieron liquidar a ese grupo.

Ahora, lo interesante no es leer solo lo que escribe el Che en su diario, sino lo que escribieron los jefes que combatieron contra �l. Es impresionante la cantidad de combates y de �xitos que tuvo aquel pu�ado de hombres.

Nosotros sufrimos mucho —era l�gico que sufri�ramos cuando llega la noticia de su muerte, comprobada. Fue por eso que, en el dolor de la muerte, por aquellos d�as pronunci� un discurso en que pregunto: "�C�mo queremos que sean nuestros hijos?", y respondo: "Queremos que sean como el Che", y eso se convirti� en una consigna de nuestros pioneros: "Pioneros por el comunismo: Seremos como el Che".

Despu�s lleg� el diario; no se sabe lo que vale, para conocer todo lo ocurrido, su idea, su imagen, su entereza, su ejemplo. Un hombre de un pudor, de una dignidad y de una integridad enormes, es lo que es el Che y lo que el mundo admira. Un hombre inteligente, un visionario. El Che no cay� defendiendo otro inter�s u otra causa que la causa de los explotados y de los oprimidos de Am�rica Latina. No cay� defendiendo otra causa que la causa de los pobres y de los humildes de la Tierra. La causa del Che triunfar�, la causa del Che est� triunfando.

Su imagen est� en todo el mundo.

El Che es un ejemplo. Una fuerza moral indestructible. Su causa, sus ideas, en esta hora de lucha contra la globalizaci�n neoliberal, est�n triunfando. Y luego, en junio de 1997, �qu� m�rito el de los que encontraron su cad�ver y el de otros cinco compa�eros! Hay que agradecer, incluso, a los bolivianos, a las autoridades; cooperaron, ayudaron.

�Para encontrar sus restos?

Ese hombre, Jorge Gonz�lez, que hoy es rector de nuestra Facultad de Ciencias M�dicas, �qu� m�rito!, c�mo lo encontraron, eso es milagroso.

�Cu�l es la gran lecci�n que deja el Che?

�Qu� queda? Yo pienso que lo m�s grande son realmente los valores morales, la conciencia. El Che simboliza los m�s altos valores humanos, y un ejemplo extraordinario. Cre� una gran aureola y una gran m�stica. Yo lo admiraba mucho, y lo apreciaba.

Siempre produce mucho afecto esa admiraci�n. Y le expliqu� la historia de por qu� yo me acercaba mucho a �l.

Son muchos los recuerdos que nos dej�, imborrables, y por eso digo que es uno de los hombres m�s nobles, m�s extraordinarios y m�s desinteresados que he conocido, lo cual no tendr�a importancia si uno no cree que hombres como �l existen por millones, millones y millones en las masas. Los hombres que se destacan de manera singular no podr�an hacer nada si muchos millones, iguales que �l, no tuvieran el embri�n o no tuvieran la capacidad de adquirir esas cualidades. Por eso nuestra Revoluci�n se interes� tanto por luchar contra el analfabetismo y por desarrollar la educaci�n, para que todos sean como el Che.



Homenaje cinematografico al Che en Espa�a


Por iniciativa de la Asociaci�n Hispano-Cubana de Amistad Bartolom� de las Casas —que ha tenido el apoyo de la Embajada de Cuba en Espa�a—, la Filmoteca Espa�ola ha organizado, y lo har� realidad en la mayor de sus salas de proyecciones —Cine Dor�, Sala A, calle Santa Isabel n�mero 3, Madrid—, un ciclo cinematogr�fico para rendirle homenaje al Che con motivo del aniversario 40 de su asesinato, ocurrido el 9 de octubre de 1967.

En la sesi�n inaugural, el pr�ximo 9 de octubre a las 10 p.m., la proyecci�n de Hasta la victoria siempre, del realizador argentino Juan Carlos Desanzo —pel�cula que, entre otros aportes cubanos, incluye varias actuaciones, adem�s de la m�sica de Frank Fern�ndez—, ser� precedida por palabras del Embajador de Cuba en Espa�a, Alberto Velasco san Jos� y del escritor y cineasta espa�ol Juan Madrid, buen amigo de Cuba.

El ciclo continuar� el 17 de octubre a las 10 p.m. con los documentales San Ernesto nace en La Higuera, Una foto recorre el mundo y Che: el amor, la pol�tica y la rebeld�a; y finalizar� el 18, a las 7:30 p.m., con el largometraje Diarios de motocicleta.



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