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Enga�ando a los sovi�ticos

Enviado por: FARABUNDO-VIVE en 20 Sep, 2007 - 04:56 Noticias 

Mentiras deliberadas, muertes extra�as y agresi�n a la econom�a mundial; un art�culo de Fidel Castro Ruz
Cuba Debate/ inSurGente.- “(…)Con el objetivo de afectar las ganancias de divisas provenientes de Occidente y la econom�a interna de Rusia, el software del gasoducto que deb�a operar las bombas, turbinas y v�lvulas hab�a sido programado para descomponerse despu�s de un intervalo prudencial y resetear ―as� se califica― las velocidades de las bombas y los ajustes de las v�lvulas haci�ndolas funcionar a presiones muy por encima de las aceptables para las juntas y soldaduras del gasoducto. El resultado fue la m�s colosal explosi�n no nuclear e incendio jam�s vistos desde el espacio.





En la Casa Blanca, funcionarios y asesores recibieron la advertencia de sat�lites infrarrojos de un extra�o evento en medio de un lugar despoblado del territorio sovi�tico. El NORAD (Comando de Defensa Aeroespacial Norteamericano) tem�a que fuera el lanzamiento de misiles desde un lugar donde no se conoc�a que hubiera cohetes basificados; o quiz�s fuera la detonaci�n de un dispositivo nuclear. Los sat�lites no hab�an detectado ninguna pulsaci�n electromagn�tica caracter�stica de las detonaciones nucleares. Antes de que tales indicios pudieran convertirse en una crisis internacional, Gus Weiss lleg� por un pasillo para decirles a sus colegas del CSN (Consejo de Seguridad Nacional) que no se preocuparan", afirma Thomas Reed en su libro(…)”.








En una reflexi�n habl� de barras de oro depositadas en los s�tanos de las Torres Gemelas. Esta vez el tema es bastante m�s complejo y dif�cil de creer. Hace casi cuatro d�cadas cient�ficos residentes en Estados Unidos descubrieron Internet, del mismo modo que Albert Einstein, nacido en Alemania, descubri� en su tiempo la f�rmula para medir la energ�a at�mica.


Einstein era un gran cient�fico y humanista. Contradijo las leyes f�sicas, hasta entonces sagradas, de Newton. Sin embargo, las manzanas siguieron cayendo en virtud de la ley de la gravedad definida por este. Eran dos formas diferentes de observar e interpretar la naturaleza, de la cual se pose�an muy pocos datos en los d�as de Newton. Recuerdo lo que le� hace m�s de 50 a�os sobre la famosa teor�a de la relatividad elaborada por Einstein: la energ�a es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz, que se denomina C: E=MC�. Exist�a el dinero de Estados Unidos y los recursos necesarios para realizar tan costosa investigaci�n. El tiempo pol�tico debido al odio generalizado por las brutalidades del nazismo en la naci�n m�s rica y productiva de un mundo destruido por la contienda, convirti� aquella fabulosa energ�a en bombas que fueron arrojadas sobre las poblaciones indefensas de Hiroshima y Nagasaki, ocasion�ndoles cientos de miles de muertos y un n�mero similar de personas irradiadas que fallecieron en el transcurso de los a�os posteriores.

Un ejemplo claro del uso de la ciencia y la tecnolog�a con los mismos fines hegem�nicos se describe en un art�culo del ex oficial de Seguridad Nacional de Estados Unidos Gus W. Weiss, aparecido originalmente en la revista Studies in Intellligence, en 1996, aunque con real difusi�n en el a�o 2002, titulado Enga�ando a los sovi�ticos. En �l Weiss se atribuye la idea de hacerle llegar a la URSS los softwares que necesitaba para su industria, pero ya contaminados con el objetivo de hacer colapsar la econom�a de aquel pa�s.

Seg�n notas tomadas del cap�tulo 17 del libro Al borde del abismo: Historias de la guerra fr�a contadas desde adentro, de Thomas C. Reed, ex secretario de la Fuerza A�rea de Estados Unidos, Leonid Brezhnev le dijo a un grupo de altos funcionarios del Partido en 1972: “Nosotros los comunistas tenemos que seguir arando con los capitalistas durante alg�n tiempo. Necesitamos sus cr�ditos, su agricultura y su tecnolog�a; pero vamos a continuar grandes programas militares, y para mediados de los 80 estaremos en posici�n de volver a una pol�tica exterior agresiva, dise�ada a tener ventaja sobre el Oeste.” Esta informaci�n fue confirmada por el Departamento de Defensa en audiencias ante el Comit� de la C�mara sobre la Banca y la Moneda en 1974.


A principios de los 70 el gobierno de Nixon plante� la idea de la distensi�n. Henry Kissinger ten�a la esperanza de que “con el tiempo, el comercio y las inversiones pudieran reducir la tendencia del sistema sovi�tico a la autarqu�a”; �l consideraba que la distensi�n podr�a “invitar a la gradual asociaci�n de la econom�a sovi�tica con la de la econom�a mundial y as� fomentar la interdependencia que a�ade un elemento de estabilidad a la relaci�n pol�tica”.


Reagan se inclinaba a ignorar las teor�as de Kissinger sobre la distensi�n y a tomarle la palabra al presidente Brezhnev, pero se eliminaron todas las dudas el 19 de julio de 1981, cuando el nuevo Presidente de Estados Unidos se reuni� con el presidente Fran�ois Mitterrand, de Francia, en la cumbre econ�mica del G‑7 en Ottawa. En una conversaci�n aparte, Mitterrand le inform� a Reagan acerca del �xito de sus servicios de Inteligencia al reclutar a un agente de la KGB. El hombre pertenec�a a una secci�n que evaluaba los logros de los esfuerzos sovi�ticos para adquirir tecnolog�a de Occidente. Reagan expres� gran inter�s en las delicadas revelaciones de Mitterrand y tambi�n su agradecimiento por su oferta de hacerle llegar el material al gobierno de Estados Unidos.


El dossier, bajo el nombre de Farewell, lleg� a la CIA en agosto de 1981. Dejaba claro que los sovi�ticos llevaban a�os realizando sus actividades de investigaci�n y desarrollo. Dada la enorme transferencia de tecnolog�a en radares, computadoras, m�quinas-herramientas y semiconductores de Estados Unidos a la Uni�n Sovi�tica, podr�a decirse que el Pent�gono estaba en una carrera armamentista consigo mismo.


El Dossier Farewell tambi�n identificaba a cientos de oficiales de casos, agentes en sus puestos y otros suministradores de informaci�n a trav�s de Occidente y Jap�n. Durante los primeros a�os de la distensi�n, Estados Unidos y la Uni�n Sovi�tica hab�an establecido grupos de trabajo en agricultura, aviaci�n civil, energ�a nuclear, oceanograf�a, computadoras y medio ambiente. El objetivo era comenzar a construir “puentes de paz” entre las superpotencias. Los miembros de los grupos de trabajo deb�an intercambiar visitas a sus centros.


Aparte de la identificaci�n de agentes, la informaci�n m�s �til aportada por el Dossier la constitu�a la “lista de compras” y sus objetivos en cuanto a la adquisici�n de tecnolog�a en los a�os venideros. Cuando el Dossier Farewell lleg� a Washington, Reagan le pidi� al Director de la CIA, Bill Casey, que ideara un uso operativo clandestino del material.


La producci�n y transporte de petr�leo y gas era una de las prioridades sovi�ticas. Un nuevo gasoducto transiberiano deb�a llevar gas natural desde los yacimientos de gas de Urengoi en Siberia a trav�s de Kazajst�n, Rusia y Europa oriental hasta los mercados de divisas de Occidente. Para automatizar la operaci�n de v�lvulas, compresores e instalaciones de almacenaje en una empresa tan inmensa, los sovi�ticos necesitaban sistemas de control sofisticados. Compraron computadoras de los primeros modelos en el mercado abierto, pero cuando las autoridades del gasoducto abordaron a Estados Unidos para adquirir el software necesario, fueron rechazados. Impert�rritos, los sovi�ticos buscaron en otra parte; se envi� un operativo de la KGB a penetrar un proveedor canadiense de softwares en un intento por adquirir los c�digos necesarios. La inteligencia estadounidense, avisada por el agente del Dossier Farewell, respondi� y manipul� el software antes de enviarlo.


Una vez en la Uni�n Sovi�tica, las computadoras y el software, trabajando juntos, hac�an operar el gasoducto maravillosamente. Pero esa tranquilidad era enga�osa. En el software que operaba el gasoducto hab�a un caballo de Troya, t�rmino que se usa para calificar l�neas de software ocultas en el sistema operativo normal, que hacen que dicho sistema se descontrole en el futuro, o al recibir una orden desde el exterior.


Con el objetivo de afectar las ganancias de divisas provenientes de Occidente y la econom�a interna de Rusia, el software del gasoducto que deb�a operar las bombas, turbinas y v�lvulas hab�a sido programado para descomponerse despu�s de un intervalo prudencial y resetear ―as� se califica― las velocidades de las bombas y los ajustes de las v�lvulas haci�ndolas funcionar a presiones muy por encima de las aceptables para las juntas y soldaduras del gasoducto.

“El resultado fue la m�s colosal explosi�n no nuclear e incendio jam�s vistos desde el espacio. En la Casa Blanca, funcionarios y asesores recibieron la advertencia de sat�lites infrarrojos de un extra�o evento en medio de un lugar despoblado del territorio sovi�tico. El NORAD (Comando de Defensa Aeroespacial Norteamericano) tem�a que fuera el lanzamiento de misiles desde un lugar donde no se conoc�a que hubiera cohetes basificados; o quiz�s fuera la detonaci�n de un dispositivo nuclear. Los sat�lites no hab�an detectado ninguna pulsaci�n electromagn�tica caracter�stica de las detonaciones nucleares. Antes de que tales indicios pudieran convertirse en una crisis internacional, Gus Weiss lleg� por un pasillo para decirles a sus colegas del CSN (Consejo de Seguridad Nacional) que no se preocuparan", afirma Thomas Reed en su libro.

La campa�a de contramedidas basadas en el Dossier Farewell fue una guerra econ�mica. Aunque no hubo bajas personales debido a la explosi�n del gasoducto, hubo un da�o significativo para la econom�a sovi�tica.

Como gran final, entre 1984 y 1985 Estados Unidos y sus aliados de la OTAN concluyeron esta operaci�n, que termin� eficazmente con la capacidad de la URSS para captar tecnolog�a en un momento en que Mosc� se encontraba entre la espada de una econom�a defectuosa, por un lado, y la pared de un presidente estadounidense empecinado en prevalecer y poner fin a la guerra fr�a, por el otro.

En el art�culo de Weiss ya citado se afirma que: “en 1985, el caso tuvo un giro singular cuando sali� a la luz informaci�n sobre el expediente Farewell en Francia. Mitterrand lleg� a sospechar que el agente sovi�tico hab�a sido un montaje plantado por la CIA para ponerle a prueba y decidir si el material ser�a entregado a los estadounidenses o mantenido por los franceses. Actuando a partir de esa idea, Mitterrand despidi� al jefe del servicio franc�s, Yves Bonnet.”

Gus W. Weiss fue quien se atribuy�, como ya se dijo, el siniestro plan para hacer llegar a la URSS los softwares defectuosos, cuando Estados Unidos tuvo en su poder el Dossier Farewell. Muri� el 25 de noviembre de 2003 a la edad de 72 a�os. El Washington Post no report� su muerte hasta el 7 de diciembre, 12 d�as despu�s. Dijo que Weiss se “cay�” de su edificio de residencia, “Watergate”, en Washington, y afirm� tambi�n que un m�dico forense de la capital norteamericana declar� su muerte como un “suicidio”. El peri�dico de su ciudad natal, el Nashville Tennessean, public� la noticia una semana despu�s del Washington Post, y advirti� que en esa fecha todo lo que podr�an decir era que “las circunstancias que rodearon su muerte no se pod�an confirmar todav�a.”

Antes de morir dej� escritas unas notas in�ditas bajo el t�tulo “El dossier de despedida: el enga�o estrat�gico y la guerra econ�mica en la guerra fr�a”.

Weiss se gradu� en la Vanderbilt University. Ten�a postgrados de Harvard y de la New York University.

Su trabajo para el gobierno se concentr� en asuntos de Seguridad Nacional, organizaciones de Inteligencia y preocupaciones con el traslado de tecnolog�a a pa�ses comunistas. Trabaj� con la CIA, con la Junta de Defensa Cient�fica del Pent�gono y con el Comit� de Se�ales de Inteligencia de la Junta de Inteligencia de EE. UU.

Recibi� la Medalla de M�rito de la CIA y la Medalla “Cipher”, del Consejo de Seguridad Nacional. Los franceses le concedieron la “Legi�n de Honor”, en 1975.

No dej� sobrevivientes.

Weiss se hab�a declarado en contra de la guerra en Iraq poco antes de su "suicidio". Es interesante tener en cuenta que 18 d�as antes de la muerte de Weiss, tambi�n se suicid� ―el 7 de noviembre de 2003― otro analista del gobierno de Bush, John J. Kokal (58 a�os). Este salt� a su muerte desde una oficina en el Departamento de Estado donde trabajaba. Kokal era analista de Inteligencia para el Departamento de Estado en asuntos relacionados con Iraq.

Consta en documentos ya publicados que Mijail Gorbachov se enfureci� cuando comenzaron los arrestos y deportaciones de agentes sovi�ticos en varios pa�ses, pues desconoc�a que el contenido del Dossier Farewell estaba en poder de los principales jefes de gobierno de la OTAN. En una reuni�n del Bur� Pol�tico el 22 de octubre de 1986, convocada para informar a sus colegas sobre la Cumbre de Reykjavik, aleg� que los estadounidenses estaban “actuando muy descort�smente y comport�ndose como bandidos”. Aunque mostraba un rostro complaciente en p�blico, en privado Gorbachov se refer�a a Reagan como “un mentiroso”.

En los d�as finales de la Uni�n Sovi�tica, el Secretario General del PCUS tuvo que andar a ciegas. Gorbachov no ten�a idea de lo que estaba ocurriendo en los laboratorios e industrias de alta tecnolog�a de Estados Unidos; ignoraba por completo que los laboratorios e industrias sovi�ticas hab�an sido comprometidos y hasta qu� punto.

Los pragm�ticos de la Casa Blanca andaban igualmente a ciegas mientras esto ocurr�a.

El presidente Ronald Reagan jugaba su carta de triunfo: la Iniciativa de Defensa Estrat�gica/Guerra de las Galaxias. Sab�a que los sovi�ticos no pod�an competir en esa liga, porque no pod�an sospechar que su industria electr�nica estaba infectada con virus y caballos de Troya colocados all� por la comunidad de Inteligencia de Estados Unidos.

La ex Primera Ministra brit�nica, en sus memorias, publicadas por una importante editorial inglesa en 1993 con el t�tulo Margaret Thatcher, los a�os en Downing Street, expresa que todo el plan de Reagan relacionado con la Guerra de las Galaxias y la intenci�n de hacer colapsar econ�micamente a la Uni�n Sovi�tica fue el plan m�s brillante de esa administraci�n, y que condujo definitivamente al derrumbe del socialismo en Europa.

En el cap�tulo XVI de su libro explica la participaci�n de su gobierno en la Iniciativa de Defensa Estrat�gica.

Llevarla a cabo fue, a juicio de Thatcher, la “decisi�n m�s importante” de Reagan, “prob� resultar clave en la victoria del Oeste en la guerra fr�a”. Impuso “m�s tensiones econ�micas y mayor austeridad” a la sociedad sovi�tica, en fin, sus “implicaciones tecnol�gicas y financieras para la URSS fueron devastadoras”.

Bajo el subt�tulo “Reevaluando a la Uni�n Sovi�tica”, describe una serie de conceptos cuya esencia est� contenida en p�rrafos textuales tomados de ese largo pasaje, en los que deja constancia del brutal complot.

“En los albores de 1983, los sovi�ticos deben haber comenzado a darse cuenta de que su juego de manipulaci�n e intimidaci�n pronto se acabar�a. Los gobiernos europeos no estaban dispuestos a caer en la trampa tendida por la propuesta de una ‘zona libre de armas nucleares’ para Europa. Continuaron los preparativos para el despliegue de los misiles Crucero y Pershing. En el mes de marzo, el presidente Reagan anunci� los planes de Estados Unidos para una Iniciativa de Defensa Estrat�gica (IDE), cuyas consecuencias tecnol�gicas y financieras para la URSS ser�an devastadoras.”

“[…] no me cab�a la menor duda de lo correcto de su dedicaci�n en insistir en el programa. Analizado retrospectivamente, ahora me queda claro que la decisi�n original de Ronald Reagan sobre la Iniciativa de Defensa Estrat�gica fue la m�s importante de su presidencia.”
“Al formular nuestro enfoque a la Iniciativa de Defensa Estrat�gica, hab�a cuatro elementos diferentes que tuve en cuenta. El primero fue la ciencia en s� misma.

“El objetivo de Estados Unidos en la Iniciativa de Defensa Estrat�gica era desarrollar una defensa nueva y mucho m�s eficaz contra los misiles bal�sticos.”

“Este concepto de defensa se basaba en la capacidad de atacar a los misiles bal�sticos lanzados en cualquier etapa de su vuelo, desde la fase de impulsi�n cuando el misil y todas sus ojivas y se�uelos estaban juntos, hasta el punto de reentrada en la atm�sfera terrestre en su camino hacia el blanco.”

“El segundo elemento que hab�a que tener en cuenta eran los acuerdos internacionales existentes, que limitaban el despliegue de armas en el espacio y los sistemas de proyectiles antibal�sticos. El Tratado sobre la Limitaci�n de los Sistemas de Proyectiles Antibal�sticos, de 1972, enmendado por un Protocolo de 1974, permit�a a Estados Unidos y a la Uni�n Sovi�tica emplazar un sistema de proyectiles antibal�sticos est�tico con hasta cien lanzacohetes para defender su campo de silos de misiles bal�sticos intercontinentales.”

“La Oficina de Relaciones Exteriores y el Ministerio de Defensa brit�nicos siempre procuraron insistir en la interpretaci�n m�s estrecha posible que los estadounidenses -acertadamente a mi juicio— creyeron que habr�a significado que la Iniciativa de Defensa Estrat�gica hab�a muerto al nacer. Siempre he tratado de distanciarme de esta fraseolog�a y dej� claro en privado y en p�blico que no pod�a decirse que se hubiera completado la investigaci�n sobre si un sistema era viable hasta que se hubiese ensayado con �xito. Subyacente en esta jerga, este punto al parecer t�cnico era realmente una cuesti�n de evidente sentido com�n. Sin embargo, se convertir�a en la cuesti�n que dividi� a Estados Unidos y a la URSS en la cumbre de Reykjavik, de modo que cobr� gran importancia.

“El tercer elemento en el c�lculo fue la fuerza relativa de las dos partes en la defensa contra proyectiles bal�sticos. Solo la Uni�n Sovi�tica pose�a un sistema de proyectiles antibal�sticos (conocido como GALOSH) en los alrededores de Mosc�, que en esos momentos estaban perfeccionando. Los estadounidenses jam�s hab�an emplazado un sistema equivalente.”

“Los sovi�ticos tambi�n estaban m�s avanzados en las armas antisat�lites. Por consiguiente, hab�a un argumento fuerte de que los sovi�ticos ya hab�an adquirido una ventaja inaceptable en toda esta esfera.

“El cuarto elemento era lo que implicaba la Iniciativa de Defensa Estrat�gica para la disuasi�n. Al principio sent� bastante simpat�a por la filosof�a tras el Tratado sobre la Limitaci�n de los Sistemas de Proyectiles Antibal�sticos, que era que mientras m�s ultramoderna y efectiva fuera la defensa contra los misiles nucleares, mayor presi�n hab�a para procurar avances enormemente costosos en la tecnolog�a para las armas nucleares. Siempre cre� en una versi�n con ligeras condiciones de la doctrina conocida como ‘destrucci�n rec�proca segura’, MAD por sus siglas en ingl�s. La amenaza de lo que yo prefiero llamar ‘destrucci�n inaceptable’ que se producir�a tras un intercambio nuclear era tal, que las armas nucleares constitu�an un elemento de disuasi�n efectivo contra la guerra no solo nuclear, sino tambi�n convencional.”
“Pronto comenc� a ver que la Iniciativa de Defensa Estrat�gica no socavar�a la disuasi�n nuclear, sino que la fortalecer�a. A diferencia del presidente Reagan y de otros miembros de su Administraci�n, jam�s cre� que la Iniciativa de Defensa Estrat�gica podr�a ofrecer una protecci�n al ciento por ciento, pero permitir�a que suficientes misiles de Estados Unidos sobrevivieran a un primer golpe de los sovi�ticos.”

“El tema de la Iniciativa de Defensa Estrat�gica fue el que domin� mis conversaciones con el presidente Reagan y con los miembros de su Administraci�n cuando fui a Camp David el s�bado 22 de diciembre de 1984 para informar a los estadounidenses sobre mis conversaciones previas con el se�or Gorbachov. Esa fue la primera vez que o� al presidente Reagan hablar sobre la Iniciativa de Defensa Estrat�gica. Habl� de eso apasionadamente. Estaba en su punto m�s idealista. Destac� que la Iniciativa de Defensa Estrat�gica ser�a un sistema defensivo y que no era su intenci�n obtener para Estados Unidos una ventaja unilateral. Es m�s, dijo que si la Iniciativa de Defensa Estrat�gica ten�a �xito estar�a dispuesto a internacionalizarla de modo que estuviera al servicio de todos los pa�ses, y le hab�a dicho lo mismo al se�or Gromyko. Reafirm� su objetivo a largo plazo de eliminar totalmente las armas nucleares.

“Esas observaciones me pusieron nerviosa. Me horrorizaba pensar que Estados Unidos estuvieran dispuestos a echar por la borda la ventaja tan arduamente ganada en materia de tecnolog�a al ponerla a disposici�n de todo el mundo.”

“Lo que escuch�, ahora que lleg�bamos a la discusi�n de las probabilidades reales m�s que de una concepci�n amplia, era tranquilizador. El presidente Reagan no simulaba que ellos supieran a�n a d�nde pudieran conducir las investigaciones. Pero recalc� que ―adem�s de sus argumentos anteriores a favor de la Iniciativa de Defensa Estrat�gica― seguirle el ritmo a Estados Unidos impondr�a una presi�n econ�mica a la Uni�n Sovi�tica. Argument� que no exist�a un l�mite pr�ctico en cuanto hasta d�nde el gobierno sovi�tico podr�a arrastrar a su pueblo por el camino de la austeridad.”

“Ahora yo anotaba, mientras conversaba con el asesor para la Seguridad Nacional Bud McFarlane, los cuatro puntos que me parec�an m�s cruciales.

“Mis funcionarios luego insertar�an los detalles. El Presidente y yo acordamos un texto donde se expon�a la pol�tica.
“La secci�n principal de mi declaraci�n expresa:

“Le habl� al Presidente acerca de mi firme convicci�n de que el programa de investigaciones de la Iniciativa de Defensa Estrat�gica deb�a continuar. La investigaci�n, por supuesto, es permitida seg�n los tratados existentes entre Estados Unidos y la Uni�n Sovi�tica; y, por supuesto, sabemos que los rusos ya tienen su programa de investigaciones y, en opini�n de Estados Unidos, han ido ya m�s all� de las investigaciones. Convinimos en cuatro puntos: 1. El objetivo de Estados Unidos, de Occidente, no era alcanzar la superioridad, sino mantener el equilibrio, tomando en cuenta los avances sovi�ticos; 2. El despliegue relacionado con la Iniciativa de Defensa Estrat�gica, en vista de las obligaciones que impon�an los tratados, tendr�a que ser una cuesti�n para la negociaci�n; 3. El objetivo general es aumentar, no socavar, disuasi�n; 4. La negociaci�n entre el Este y Occidente debe apuntar hacia alcanzar la seguridad con niveles reducidos de sistemas ofensivos de ambos lados. Este ser� el prop�sito de las negociaciones reanudadas entre Estados Unidos y la Uni�n Sovi�tica sobre el control de los armamentos, que yo acojo con benepl�cito.

“Posteriormente supe que George Schultz ―entonces Secretario de Estado― pensaba que yo hab�a asegurado una concesi�n demasiado grande por parte de los americanos en la redacci�n; pero eso, de hecho, nos daba ―tanto a ellos como a nosotros― una l�nea clara y defendible, y ayudaba a tranquilizar a los miembros europeos de la OTAN. Un d�a de trabajo muy productivo.”

M�s adelante, con el subt�tulo de “Visita a Washington: febrero de 1985”, Margaret Thatcher expresa:

“Visit� Washington nuevamente en febrero de 1985. Las negociaciones sobre armamentos entre los americanos y la Uni�n Sovi�tica ya se hab�an reanudado, pero la Iniciativa de Defensa Estrat�gica segu�a siendo una fuente de discusi�n. Yo deb�a hablar ante una reuni�n conjunta del Congreso en la ma�ana del mi�rcoles 20 de febrero y llev� conmigo desde Londres como regalo una estatua de bronce de Winston Churchill, a quien tambi�n muchos a�os antes se le hab�a honrado con tal invitaci�n. Trabaj� de manera especialmente ardua en este discurso. Utilizar�a el teleprompter para pronunciarlo. Sab�a que el Congreso hab�a visto al propio ‘Gran Comunicador’ pronunciando discursos intachables y yo tendr�a un auditorio exigente. De modo que decid� practicar la lectura del texto hasta que lograra pronunciarlo con la entonaci�n y el �nfasis correctos. Hablar a partir del teleprompter, debo agregar, es una t�cnica totalmente distinta a hablar a partir de notas. De hecho, el presidente Reagan me prest� su propio teleprompter y yo lo hab�a llevado de vuelta a la Embajada brit�nica, donde estaba alojada. Harvey Thomas, quien me acompa�aba, lo consigui� y, haciendo caso omiso de cualquier desfase horario, practiqu� hasta las 4:00 a.m. No me acost�, comenzando el nuevo d�a de trabajo con mi acostumbrado caf� negro y mis tabletas de vitaminas; despu�s conced� entrevistas televisivas a partir de las 6:45 a.m.; pas� por la peluquera y estuve lista a las 10:30 para partir hacia el Capitolio. Utilic� mi discurso, que abordaba extensamente los asuntos internacionales, para dar un fuerte apoyo a la Iniciativa de Defensa Estrat�gica. Tuve una acogida fabulosa.”

“El mes siguiente (marzo de 1985) ocurri� la muerte del se�or Chernenko y notablemente, sin mucha demora, la sucesi�n del se�or Gorbachov a la direcci�n de la Uni�n Sovi�tica. Una vez m�s asist� a un funeral en Mosc�: el tiempo estaba, incluso, m�s fr�o que en el de Yuri Andr�pov. El se�or Gorbachov ten�a que atender a gran cantidad de dignatarios extranjeros. Pero tuve una charla de casi una hora con �l esa tarde en el Sal�n de Santa Catalina del Kremlin. La atm�sfera era m�s formal que en Chequers (residencia rural oficial de los Primeros Ministros brit�nicos desde 1921), y la presencia callada, sard�nica, del se�or Gromyko no ayudaba. Pero pude explicarles las implicaciones de la pol�tica que yo hab�a convenido con el presidente Reagan en el mes de diciembre anterior en Camp David. Estaba claro que la Iniciativa de Defensa Estrat�gica era ahora la preocupaci�n principal de los sovi�ticos en t�rminos de control de armamentos. El se�or Gorbachov trajo, como hab�amos esperado, un nuevo estilo al gobierno sovi�tico. �l hablaba abiertamente del horrible estado de la econom�a sovi�tica, aunque todav�a en esta etapa se apoyaba en los m�todos asociados con la campa�a del se�or Andr�pov por una mayor eficiencia m�s que en una reforma radical. Un ejemplo de ello fueron las medidas draconianas que tom� Gorbachov contra el alcoholismo. Pero, a medida que avanz� el a�o, no hubo se�ales de mejor�a de las condiciones en la Uni�n Sovi�tica. De hecho, como se�al� nuestro nuevo y gran embajador en Mosc�, Brian Cartledge, que hab�a sido mi secretario privado sobre relaciones exteriores cuando result� Primera Ministra por primera vez, en uno de sus primeros informes, era cuesti�n de ‘compota ma�ana y, mientras tanto, nada de vodka hoy’.

“Las relaciones de Gran Breta�a con la Uni�n Sovi�tica entraron en un claro per�odo de frialdad como resultado de las expulsiones que yo autoric� de funcionarios sovi�ticos que hab�an estado realizando actos de espionaje.”

“En noviembre, el presidente Reagan y el se�or Gorbachov celebraron su primera reuni�n en Ginebra. Sus resultados fueron escasos ―los sovi�ticos insist�an en vincular las armas nucleares estrat�gicas con la suspensi�n de las investigaciones relativas a la Iniciativa de Defensa Estrat�gica― pero pronto se desarroll� una simpat�a personal entre los dos l�deres. Se hab�a expresado cierta preocupaci�n en cuanto a que el avispado y joven hom�logo sovi�tico del presidente Reagan pudiera superarlo en habilidad. Pero no fue as�, lo cual no me sorprendi� en lo absoluto, pues Ronald Reagan hab�a tenido much�sima pr�ctica en sus primeros a�os como presidente del gremio de artistas de cine al llevar a cabo negociaciones del sindicato sobre bases realistas ―y nadie era m�s realista que el se�or Gorbachov.

“Durante 1986 el se�or Gorbachov demostr� gran sutileza en explotar la opini�n p�blica occidental al presentar propuestas tentadoras, pero inaceptables, sobre el control de armamentos. Los sovi�ticos dijeron relativamente poco sobre el v�nculo entre la Iniciativa de Defensa Estrat�gica y la reducci�n de las armas nucleares. Pero no se les dio raz�n alguna para creer que los americanos estaban dispuestos a suspender o detener las investigaciones relativas a la Iniciativa de Defensa Estrat�gica. A finales de ese a�o se acord� que el presidente Reagan y el se�or Gorbachov ―con sus Ministros de Relaciones Exteriores― se deber�an reunir en Reykjavik, Islandia, para discutir ofertas sustantivas.”

“El hecho era que nosotros no pod�amos contener la investigaci�n sobre nuevos tipos de armas. Ten�amos que ser los primeros en obtenerlas. Es imposible detener a la ciencia: no se detendr� por ser ignorada.”

“En retrospectiva, puede considerarse que la Cumbre de Reykjavik ese fin de semana del 11 y 12 de octubre [de 1986] tuvo una significaci�n absolutamente diferente a la que le atribuy� la mayor�a de los comentaristas en ese entonces. Se les hab�a preparado una trampa a los americanos. Concesiones sovi�ticas cada vez mayores se hicieron durante la Cumbre: convinieron por primera vez en que los elementos de disuasi�n brit�nicos y franceses se excluyeran de las negociaciones sobre las fuerzas nucleares de alcance intermedio; y que las reducciones en las armas nucleares estrat�gicas deb�an dejar a cada bando con cantidades iguales ―y no s�lo una reducci�n porcentual, que habr�a dejado a los sovi�ticos con clara ventaja. Tambi�n hicieron concesiones significativas en cuanto a las cifras relativas a las fuerzas nucleares de alcance intermedio. Cuando la Cumbre se acercaba a su fin, el presidente Reagan propuso un acuerdo mediante el cual todo el arsenal de armas nucleares estrat�gicas ―bombarderos, misiles Crucero y bal�sticos de largo alcance― se reducir�a a la mitad en un plazo de cinco a�os y las m�s poderosas de estas armas, los misiles bal�sticos estrat�gicos, se eliminar�an en un plazo de diez a�os. El se�or
Gorbachov era a�n m�s ambicioso: quer�a que se eliminaran todas las armas nucleares estrat�gicas al concluir el per�odo de diez a�os.
“Pero entonces repentinamente, al mism�simo final, se accion� la trampa. El presidente Reagan hab�a concedido que durante el per�odo de diez a�os ambos bandos acordar�an no retirarse del Tratado sobre la Limitaci�n de los Sistemas de Proyectiles Antibal�sticos, aunque se permitir�a el desarrollo y los ensayos compatibles con el Tratado.”

Pero Reagan sufri� una extra�a amnesia en torno al detonante de la brutal competencia militar que se le impuso a la URSS, con un extraordinario costo econ�mico. Su publicitado diario no menciona absolutamente nada del Dossier Farewell. En sus apuntes de cada d�a, publicados este a�o, Ronald Reagan, hablando de su estancia en Montebello, Canad�, expresa:

“Domingo 19 de julio (1981)

“El hotel es una maravillosa obra de ingenier�a, hecha totalmente de troncos. La mayor caba�a de troncos del mundo.

“Tuve un mano a mano con el Canciller Schmidt (Jefe del gobierno alem�n). Estaba realmente deprimido y de un humor pesimista acerca del mundo.

“Luego me reun� con el presidente Mitterrand, le expliqu� nuestro programa econ�mico y que no ten�amos nada que ver con las altas tasas de inter�s.

“Esa noche cenamos solamente nosotros 8. Los 7 jefes de Estado y el Presidente de la Comunidad Europea. Se convirti� realmente en una conversaci�n informal sobre cuestiones econ�micas, debido b�sicamente a una sugerencia de la primera ministra Thatcher.”

El resultado final de la gran conspiraci�n y la alocada y costosa carrera armamentista, cuando la Uni�n Sovi�tica estaba herida de muerte en el orden econ�mico, lo cuenta en la introducci�n al libro de Thomas C. Reed, George H. W. Bush, el primer Presidente de la dinast�a Bush, quien particip� de forma real en la Segunda Guerra Mundial, al escribir textualmente:

“La guerra fr�a fue una lucha a favor de la mism�sima alma de la humanidad. Fue una lucha a favor de un modo de vida definido por la libertad de una parte y por la represi�n de la otra. Creo que ya hemos olvidado cu�n larga y dura fue esa lucha, y cu�n cerca del desastre nuclear estuvimos a veces. El hecho de que este no ocurriera da fe de los honorables hombres y mujeres de ambos lados que mantuvieron su serenidad e hicieron lo correcto ―seg�n su criterio― en momentos de crisis.

“Este conflicto entre las superpotencias que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial comenz� cuando yo regresaba a casa de la guerra. En 1948, el a�o de mi graduaci�n de la Universidad de Yale, los sovi�ticos trataron de cortar el acceso de Occidente a Berl�n. Ese bloqueo condujo a la creaci�n de la OTAN, fue seguido de la primera prueba sovi�tica de la bomba at�mica, y se volvi� sangriento con la invasi�n a Corea del Sur. Detr�s de esto vinieron cuatro d�cadas de enfrentamientos nucleares, guerras donde cada superpotencia apoyaba al bando contrario y privaciones econ�micas.

“Yo tuve el privilegio de ser el Presidente de Estados Unidos cuando todo esto lleg� a su fin. En el oto�o de 1989 los estados sat�lites comenzaron a liberarse y revoluciones mayormente pac�ficas se extendieron por Polonia, Hungr�a, Checoslovaquia y Rumania. Cuando cay� el muro de Berl�n, sab�amos que se acercaba el fin.

“Tendr�an que transcurrir a�n dos a�os para que se acabara el imperio de Lenin y Stalin. Yo recib� la buena nueva por medio de dos llamadas telef�nicas. La primera me lleg� el 8 de diciembre de 1991, cuando Boris Yeltsin me llam� desde un pabell�n de caza cerca de Brest en Bielorrusia. Habiendo sido recientemente elegido Presidente de la Rep�blica rusa, Yeltsin se hab�a estado reuniendo con Leonid Kravchuk, presidente de Ucrania y Stanislav Shushchevik, presidente de Bielorrusia. ‘Hoy ocurri� un acontecimiento muy importante en nuestro pa�s,’ dijo Yeltsin. ‘Quise inform�rselo yo mismo antes de que se enterara por la prensa.’ Entonces me dio la noticia: los Presidentes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania hab�an decidido disolver la Uni�n Sovi�tica.

“Dos semanas m�s tarde, una segunda llamada confirm� que la antigua Uni�n Sovi�tica desaparecer�a. Mijail Gorbachov me contact� en Camp David en la ma�ana de Navidad de 1991. Nos dese� una feliz Navidad a B�rbara y a m� y luego pas� a resumir lo que hab�a sucedido en su pa�s: la Uni�n Sovi�tica hab�a dejado de existir. �l acababa de comparecer en la televisi�n nacional para confirmar el hecho y hab�a transferido el control de las armas nucleares sovi�ticas al Presidente de Rusia. ‘Pueden disfrutar de una tranquila noche de Navidad’, nos dijo. Y as� termin� todo.”

Consta, por un art�culo publicado en The New York Times que la operaci�n utiliz� casi todas las armas al alcance de la CIA ―guerra sicol�gica, sabotaje, guerra econ�mica, enga�o estrat�gico, contrainteligencia, guerra cibern�tica―, todo ello en colaboraci�n con el Consejo de Seguridad Nacional, el Pent�gono y el FBI. Destruy� al pujante equipo de espionaje sovi�tico, da�� la econom�a y desestabiliz� el Estado de ese pa�s. Fue un �xito rotundo. De haberse hecho a la inversa (los sovi�ticos a los norteamericanos), pudiera haberse visto como un acto de terrorismo.

Del tema se habla tambi�n en otro libro titulado Legado de Cenizas, que acaba de ser publicado. En la solapa del libro se expresa que “Tim Weiner es un reportero de The New York Times, quien ha escrito sobre los servicios de Inteligencia estadounidenses durante veinte a�os, y obtuvo un Premio Pulitzer por su trabajo sobre los programas secretos de Seguridad Nacional. Ha viajado a Afganist�n y otros pa�ses para investigar de primera mano las operaciones encubiertas de la CIA. Este es su tercer libro.

“Legado de Cenizas se basa en m�s de 50 mil documentos, provenientes fundamentalmente de los propios archivos de la CIA, y cientos de entrevistas a veteranos de dicha agencia, incluidos diez directores. Nos muestra un panorama de la CIA desde su creaci�n despu�s de la Segunda Guerra Mundial, pasando por sus batallas durante la guerra fr�a y la guerra contra el terrorismo iniciada el 11 de Septiembre del 2001.”

El art�culo de Jeremy Allison, publicado en Rebeli�n en junio del 2006, y los de Rosa Miriam Elizalde, publicados el 3 y el 10 de septiembre del a�o en curso, 2007, denuncian estos hechos destacando la idea de uno de los fundadores del software libre, quien se�al� que: “a medida que se complejizan las tecnolog�as ser� m�s dif�cil detectar acciones de ese tipo”.

Rosa Miriam public� dos sencillos art�culos de opini�n de apenas cinco p�ginas cada uno. Si lo desea, puede escribir un libro de muchas p�ginas. La recuerdo bien desde el d�a en que, como periodista muy joven, me pregunt� ansiosa, nada menos que en una conferencia de prensa hace m�s de 15 a�os, si yo pensaba que podr�amos resistir el per�odo especial que nos ca�a encima con la desaparici�n del campo socialista.

La URSS se derrumb� estrepitosamente. Desde entonces hemos graduado a cientos de miles de j�venes en el nivel superior de ense�anza. �Qu� otra arma ideol�gica nos puede quedar que un nivel superior de conciencia! La tuvimos cuando �ramos un pueblo en su mayor�a analfabeto o semianalfabeto. Si lo que se desea es conocer verdaderas fieras, dejen que en el ser humano prevalezcan los instintos. Sobre eso se puede hablar mucho.

En la actualidad, el mundo est� amenazado por una desoladora crisis econ�mica. El gobierno de Estados Unidos emplea recursos econ�micos inimaginables para defender un derecho que viola la soberan�a de todos los dem�s pa�ses: continuar comprando con billetes de papel las materias primas, la energ�a, las industrias de tecnolog�as avanzadas, las tierras m�s productivas y los inmuebles m�s modernos de nuestro planeta.


Fidel Castro Ruz
Septiembre 18 del 2007
6:37 p.m.

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