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Enviado por: FARABUNDO-VIVE en 13 Jun, 2007 - 04:18
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Hace 15 a�os, en 1992, se celebr� en el caser�o Las Aradas, Municipio Ojos de Agua, la primera misa en el lugar de los hechos, en recuerdo de m�s de 600 campesinos y campesinas, masacrados hace 27 a�os, el 14 de mayo de 1980, por soldados del ej�rcito, miembros de ORDEN y de la Guardia Nacional. Desde entonces, ning�n a�o las comunidades de Chalatenango han dejado de realizar esa celebraci�n, a pesar de los esfuerzos considerables - individuales y colectivos-organizativos - que esto implica, ya que el lugar en las orillas del r�o Sumpul y la frontera con Honduras sigue siendo de muy dif�cil acceso, solo por veredas y por cuestas y bajadas muy empinadas.
Reflexiones sobre Las Aradas, Sumpul, 2007
Hace 15 a�os, en 1992, se celebr� en el caser�o Las Aradas, Municipio Ojos de Agua, la primera misa en el lugar de los hechos, en recuerdo de m�s de 600 campesinos y campesinas, masacrados hace 27 a�os, el 14 de mayo de 1980, por soldados del ej�rcito, miembros de ORDEN y de la Guardia Nacional. Desde entonces, ning�n a�o las comunidades de Chalatenango han dejado de realizar esa celebraci�n, a pesar de los esfuerzos considerables - individuales y colectivos-organizativos - que esto implica, ya que el lugar en las orillas del r�o Sumpul y la frontera con Honduras sigue siendo de muy dif�cil acceso, solo por veredas y por cuestas y bajadas muy empinadas. Caser�os que fueron destruidos en aquel tiempo en esa zona lim�trofe, siguen siendo abandonados, nadie ha vuelto a vivir en tan macabro lugar, que sin embargo es un paisaje de extraordinaria belleza natural.
La caminata a Las Aradas se puede emprender desde diversos puntos: Las Vueltas, Arcatao o Las Flores. Pero siempre, siempre se agotan las fuerzas, sobre todo al regreso cuando hay que subir durante dos a tres horas cuesta arriba bajo el sol del mediod�a, especialmente en aquellas personas quienes - como yo - pasan m�s de escritorio y no hacen ese tipo de ejercicios todos los d�as. Pero tambi�n para la gente del lugar es un esfuerzo muy especial; cuentan que en a�os recientes tres personas fallecieron en el camino por el agotamiento. Entonces surge la pregunta: C�mo es que voluntariamente, a�o tras a�o, tantas personas se someten a ese esfuerzo, ser� solo por las ganas de “montear”? Quiero ofrecer cuatro argumentos que tal vez lo expliquen. Solo es mi interpretaci�n y tal vez se queda corta. S� que hay personas de mayor cercan�a con las comunidades que seguramente conocen y comprenden estos motivos mucho mejor.
1. La intenci�n de sacrificio
Conversando con la gente durante el caminar, uno se puede dar cuenta que se trata de un ejercicio muy espiritual, una verdadera peregrinaci�n a un lugar sagrado, al santuario de campesinas y campesinos masacrados. Algunas personas mayores, antes de salir de su casa en la ma�ana y concientes del riesgo que implica, se encomiendan a Dios y ofrecen esa caminata como verdadero sacrificio por la vida eterna de sus difuntos, o por otras intenciones y causas del presente.
Este a�o una persona sugiri� que las comunidades deber�an unirse y construir una calle o un acceso m�s f�cil para llegar: tal vez habr�a de considerarlo en el futuro, por s� un d�a los que ya somos mayores ya no tengamos fuerza o por si las nuevas generaciones ya no tengan el mismo esp�ritu de sacrificio… Pero la celebraci�n en Las Aradas perder�a entonces algo muy esencial, que es precisamente esa intenci�n de sacrificio que tiene para muchas personas.
2. El car�cter sanador
La caminata, cada quien la pasa de su manera: algunos en silencio, otros platicando. Hay sobrevivientes de la masacre que cuentan en el camino todo lo que recuerdan: aqu� hac�amos milpa nosotros, aqu� ven�a a vender c�ntaros, de all� sacamos la cosecha de semilla de morro, �ste era un caser�o antes, en aquella quebrada nos escond�amos… De una mujer del caser�o Hacienda escuch� el comentario: “Todav�a, cuando paso por ese camino, siento raro mi cuerpo. Siento como que todav�a vienen los soldados atr�s”. - Este comentario pone de manifiesto que experiencias tan duras como la persecuci�n de ese tiempo se han grabado profundamente, no solamente en la memoria, sino tambi�n en el cuerpo de las personas. Cuerpo y mente son estrechamente relacionados, cada c�lula tiene su memoria, por eso no es extra�o que en esa caminata no solamente retorna la memoria, sino tambi�n ciertas reacciones del cuerpo. Hay teor�as seg�n cuales un trauma es provocado por emociones dolorosas que quedan “congeladas” en el cuerpo y no permiten libremente el flujo de la energ�a vital (provocando con el tiempo enfermedades en diferentes �rganos del cuerpo). La superaci�n de trauma es un proceso que puede durar a�os, a veces toda la vida e implica poco a poco liberar y evacuar estas emociones y restablecer el flujo de energ�a. Talleres de salud mental, el desahogo, el contar la historia pueden ayudar, como formas mentales de superar un dolor, pero tambi�n el cuerpo tiene que desaprender las reacciones que surgen ante una amenaza, o ante el recuerdo de una amenaza. Por eso las caminatas y celebraciones en Las Aradas son tambi�n profundamente sanadoras. El movimiento del caminar ayuda a liberar y evacuar estas emociones dolorosas.
3. La afirmaci�n de posesi�n de un patrimonio
Otra cosa, que tal vez sorprende, es la participaci�n de muchos j�venes que no tienen un recuerdo propio de lo que sucedi� en ese lugar. Las celebraciones, adem�s de la misa y de los testimonios, cuentan tambi�n con su participaci�n activa, con su m�sica, cantos y presentaciones de teatro en las que re-crean la historia y la ponen en relaci�n con el presente violento que ellos y ellas viven (el desempleo, la pobreza, la migraci�n forzada por un sistema econ�mico que los excluye, la destrucci�n del medio ambiente etc). “Un pueblo que olvida su historia es condenado a morir” se le�a en una pancarta. - Me recuerda un folleto sobre creaci�n de museos comunitarios donde dice que el inter�s por la memoria hist�rica “nace en respuesta a necesidades que la poblaci�n siente”. Y que muchas veces “la necesidad de afirmar la posesi�n de un patrimonio surge cuando una comunidad siente la amenaza de perderlo”.
Creo que aqu� podemos tener un tercer motivo de la persistencia de las celebraciones en Las Aradas: este santuario, y muchos otros que hay en Chalatenango por tantas masacres y tantas luchas que la gente libr�, son su patrimonio. Estas monta�as, estos r�os, vinculados a una historia colectiva de organizaci�n, de lucha, de sufrimiento, de salir al refugio y de repoblar, son su patrimonio. Y en este momento, ese patrimonio enfrenta la amenaza muy concreta y real de su desaparecimiento f�sico: especialmente por los proyectos de miner�a met�lica y de la construcci�n de la carretera longitudinal norte.
Recurrir ahora a la historia, recurrir a los santuarios y a los aniversarios de momentos importantes en la lucha, el crear museos comunitarios etc: todos estos son instrumentos en manos del pueblo que dan luces y elementos para resistir ante las amenazas, reafirmar sus valores y no resignar ante tantos cambios que les han sido impuestos despu�s de los Acuerdos de Paz, los cuales amenazan una identidad colectiva construida por lo menos desde los a�os 70, durante la guerra de los 80 y la posguerra.
4. Afinidad y maduraci�n de procesos hist�ricos
La presencia en este a�o de visitantes de Sonsonate, provenientes de comunidades con tradici�n y conciencia ind�gena, da pauta a una cuarta reflexi�n o tal vez ilusi�n: que su presencia no sea pura casualidad, sino resultado l�gico de una afinidad y maduraci�n de procesos hist�ricos que se dan cuando se dan. Los visitantes se comprometieron regresar el pr�ximo a�o con grupos m�s numerosos de sus comunidades (que son de las m�s pobres del pa�s). Qu� bueno seria si eso resultara en la construcci�n de un eje de solidaridad entre estas comunidades y las comunidades del norte de Chalatenango, que hist�ricamente no son tan alejadas, ya que despu�s de los masacres del 32 en el occidente, muchos ind�genas-campesinos se han refugiado en esa zona fronteriza. Para ambas zonas seria de mucho beneficio, ya que cada una tiene experiencias de lucha a ofrecer a la otra. Solo quiero mencionar el instrumento legal y actual bandera reivindicativa de las comunidades ind�genas, el Convenio 169 OIT sobre Pueblos Ind�genas. Qu� pasar�a si en el presente censo de poblaci�n la gente del norte de Chalatenango contestara la pregunta (por cierto, mal planteada en el cuestionario, con prop�sito y mala intenci�n, ya que el gobierno no quiere que alguien la afirme): “VI. 1.6 a) Es Usted ind�gena?”, en forma afirmativa, y si comenz�ramos a aplicar a tierras chalatecas los siguientes art�culos del Convenio 169 OIT?
En defensa de los lugares sagrados y pr�cticas religiosas y espirituales:
Art�culo 5: (…)
a) deber�n reconocerse y protegerse los valores y pr�cticas sociales, culturales, religiosos y espirituales propios de dichos pueblos y deber� tomarse debidamente en consideraci�n la �ndole de los problemas que se les plantean tanto colectiva como individualmente; (…)
En relaci�n a su desarrollo:
Art�culo 7
1. Los pueblos interesados deber�n tener el derecho de decidir sus propias prioridades en lo que ata�e al proceso de desarrollo, en la medida en que �ste afecte a sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la medida de lo posible, su propio desarrollo econ�mico, social y cultural. Adem�s, dichos pueblos deber�n participar en la formulaci�n, aplicaci�n y evaluaci�n de los planes y programas de desarrollo nacional y regional susceptibles de afectarles directamente. (…)
3. Los gobiernos deber�n velar por que, siempre que haya lugar, se efect�en estudios, en cooperaci�n con los pueblos interesados, a fin de evaluar la incidencia social, espiritual y cultural y sobre el medio ambiente que las actividades de desarrollo previstas puedan tener sobre esos pueblos. Los resultados de estos estudios deber�n ser considerados como criterios fundamentales para la ejecuci�n de las actividades mencionadas.
Y en relaci�n a tierra, territorio y la propiedad de los minerales y recursos del subsuelo:
Articulo 14:
1. Deber� reconocerse a los pueblos interesados el derecho de propiedad y de posesi�n sobre las tierras que tradicionalmente ocupan. Adem�s, en los casos apropiados, deber�n tomarse medidas para salvaguardar el derecho de los pueblos interesados a utilizar tierras que no est�n exclusivamente ocupadas por ellos, pero a las que hayan tenido tradicionalmente acceso para sus actividades tradicionales y de subsistencia.
2. En caso de que pertenezca al Estado la propiedad de los minerales o de los recursos del subsuelo, o tenga derechos sobre otros recursos existentes en las tierras, los gobiernos deber�n establecer o mantener procedimientos con miras a consultar a los pueblos interesados, a fin de determinar si los intereses de esos pueblos ser�an perjudicados, y en qu� medida, antes de emprender o autorizar cualquier programa de prospecci�n o explotaci�n de los recursos existentes en sus tierras. Los pueblos interesados deber�n participar siempre que sea posible en los beneficios que reporten tales actividades, y percibir una indemnizaci�n equitativa por cualquier da�o que puedan sufrir como resultado de esas actividades.
El contenido de estos art�culos es de gran actualidad, ya que en mi opini�n nombran derechos que no solamente pertenecen a pueblos ind�genas que se definen como tales; son derechos de todo pueblo con conciencia, identidad e historia, que como tales deber�an ser respetados. La lucha contra los proyectos que amenazan el norte de Chalatenango y otras zonas del pa�s apenas comienza. Por falta de consulta, sensibilidad y comprensi�n de la historia es posible que muy pronto, cuando se materializan los proyectos, aumente la intensidad del enfrentamiento entre las partes en conflicto. Recurrir a la reserva moral e hist�rica de los y las m�rtires campesinas y visitar los lugares sagrados ayudar� a no tambalear, no dejarse confundir y saber actuar con prudencia y firmeza en esa lucha.
15-5-2007
Enrique Bello
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