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Navegamos en mar borrascoso

Submitted by on April 12, 2011 � 7:36 amNo Comment

Cada día es más desesperante la situación de los salvadoreños:
el alto costo de la vida, la interminable ola de violencia con su triste secuela de más de doce asesinatos diarios, el galopante desempleo, la emigración constante hacia los Estados Unidos y las amenazas cada vez más peligrosas de un déficit alimenticio, no representan un rosario de buenas esperanzas ni constituyen un compás de espera mientras vienen “tiempos mejores”, como solía decir un ex presidente de la república.

El país todavía espera, mientras escucha los tristes debates entre los políticos y los “encarnizados” enfrentamientos de los señores diputados cada vez más rebasados por la realidad, una definición concreta de la política gubernamental. ¿Seguiremos formando comisiones de alto nivel para encontrar aparentes soluciones a problemas estructurales? ¿Se persistirá en ese grave error de consultar a ex mandatarios, señalados por graves casos de corrupción y de sumir a la nación en una de las peores catástrofes de su historia, antes de aprobar proyectos con supuestos beneficios para las mayorías poblacionales? Es un error, reiteramos, porque el pueblo salvadoreño eligió a gobierno distinto para llevarlo a puerto feliz y nunca ha dado su venia o favorecido con sus votos a personas desgastadas o que tanto daño le han causado al país, como lo hemos dicho.

Del mismo modo, ¿seguiremos rindiéndole culto a la divinizada libertad de comercio y disculpándonos con los barones de la empresa privada? En ese lamentable caso, todo pesimismo parece razonable. Todos comprendemos las dificultades y complicaciones de la política y la economía interna, tan vulnerables a los vaivenes de los acontecimientos internacionales, sobre todo cuando somos tan dependientes de los Estados Unidos. De hecho, por razones de carecer de moneda propia, la grave recesión en ese país del norte nos golpea directamente. De una simple tos allá pasamos a una neumonía en El Salvador. La economía doméstica también debe contar con el visto bueno de las cúpulas empresariales, pues estos testaferros de la oligarquía están siempre más dispuestos a cooperar con promesas que a nada los comprometen que a tolerar la menor limitación a su situación privilegiada.

No resulta extraño entonces someternos a los dictados de la arrogante burguesía: si el piso es débil, si sentimos crujir las ramas cada vez que los fuertes vientos mueven el árbol, si no estamos protegidos por políticas estratégicas en diferentes áreas, sobre todo la económica y la social, seguiremos rindiendo culto al modelo neoliberal totalmente en decadencia a nivel mundial. Ese sueño de la prosperidad, sostenido con la tesis “hamiltoniana” de crear la riqueza, aunque se concentre en pocas manos, que ya después rebasará fatalmente esa limitación para beneficiar a las mayorías poblacionales, nada más permitieron la concentración de la riqueza y la multiplicación de la pobreza y la pobreza extrema en este país de tan encendidos contrastes.

Y como son las cosas “cuando no son del alma”, como dice la canción: la burguesía se ha vigorizado con los subsidios y estímulos directos e indirectos, multiplicados con su protectora alianza con las transnacionales. Han cimentado y ampliado su poderío hasta el grado de la impertinente altivez que hasta el día de hoy muestran, amenazando a un descolorido gobierno con el retiro de sus inversiones (¿?), el cierre de sus operaciones y aumentar el desempleo, cada vez que el poder público anuncia una pálida medida para tratar de corregir los injusta distribución del producto nacional. No tenemos que dar ejemplos, esos están a la luz del día como el rechazo a las tibias reformas fiscales, o la cancelación del pago por acceso a la telefonía fija. Sobre los subsidios o los estímulos ya “todo el mundo” sabe que las grandes empresas nunca pierden, si ven peligro arrebatan. De tal suerte que la situación persiste, pues las máximas obligaciones fiscales, con impuestos al consumo (o uso de) artículos y servicios indispensables continúa afectando a los consumidores, a la gente más humilde, a las familias vulnerables.

De cierto que la salud del país sucumbirá, más pronto o más tarde, a nuevos triunfos del interés de la “libre empresa”, sobre las necesidades vitales de la mayoría de los salvadoreños. Esto no es ningún dilema enfrentando por el actual régimen que tantas muestras ha dado de servir a su “césar” y rendir culto al gran capital. Ya no parece siquiera posible una política de mediación coordinadora que proteja más en las palabras al interés público pero que en los hechos reiterados favorezca a los intereses privados. Ya lo hemos dicho: vivimos no una situación de emergencia, sino una amenaza latente de una pavorosa carestía. Nada altera la realidad el hecho de que mucho de esa amenaza obedezca a factores internacionales ni en que medida esos factores incontrolables sean más poderosos que los de origen interno. Estamos lejos de soluciones prontas y eficaces. El capitán de la nave ha equivocado el camino, El Salvador nada más se mueve por reflejos condicionados, tratando de encontrar el sendero correcto en un bosque nebuloso, en un mar borrascoso.

Publicado por pocote

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