Eugenio Castro (COLATINO)
Hace 30 años el cuerpo yacente de un ciudadano ejemplar que soñó con un país justo y democrático, que decidió emprender una lucha en contra de la misma clase a la que pertenecía y alzar su voz a favor de todo aquello que beneficiara a las clases menos privilegiadas fue encontrado en ruta hacia Corinto con doce heridas de bala; diez en la espalda, una en un brazo y una en la cabeza.
No se trataba de un ciudadano salvadoreño común y corriente. El cuerpo encontrado aquel 27 de noviembre pertenecía a un tal Enrique Álvarez Córdova, un salvadoreño de 50 años que firmó su sentencia de muerte al dirigir su mirada hacia los intereses de la clase trabajadora “traicionando” a la clase privilegiada a la que pertenecía.
“Quique”, como era conocido, hijo de una de las “14 familias” que llegaron a formar la cabeza económica y financiera del país, estudió desde temprana edad en Nueva York, donde se convirtió en una estrella del baloncesto; a su regreso se convirtió en todo un molde de la alta sociedad. Siempre se veía acompañado de las más hermosas mujeres, y era todo un atleta. Practicaba el tenis, baloncesto y el polo.
Pero la vida glamorosa no influyó a “Quique” como lo hizo el negocio de la familia: la Agroindustria. Los principales rubros familiares la caficultura y la ganadería lo llevarían a tomar verdadera conciencia de la injusticia a la que es sometida la clase obrera por los grandes empresarios y dueños de todos los terrenos, reses, maquinaria, tecnología y conocimientos, y de todos los medios de producción.
John Lamperti, autor de el libro titulado: «Enrique Álvarez Córdova, Vida de un Salvadoreño Revolucionario y Caballero», asegura que “el siempre se interesó por las difíciles condiciones de vida de los campesinos, los obreros que trabajaban en las propiedades de su familia y trató de mejorar esas condiciones, logró hacer muy poco por que el sistema lo privó de hacer cambios grandes”.
Ya para los años 60, debido a su gran capacidad, Enrique Álvarez Córdova comenzó a participar en el desarrollo de granjas agrícolas y a sembrar, sin ver frutos, la semilla de la
“Reforma Agraria” como Ministro de Agricultura y Ganadería durante los Gobiernos de Sánchez Hernández, de Arturo Armando Molina, y durante la primera junta revolucionaria que tomó el poder de El Salvador a finales de 1979, al derrocar al presidente de turno General Carlos Humberto Romero.
Decepcionado de la falta de voluntad de la clase oligarca para readecuar sus prioridades e indignado por el asesinato de “su entrañable amigo”, el Arzobispo Monseñor Arnulfo Romero, decidió, al igual que muchos otros miles de salvadoreños, unirse a la lucha frontal en contra del aparataje económico, político y social del sistema capitalista.
El 27 de noviembre de 1980 Enrique Álvarez Córdova, Presidente del Frente Democrático Revolucionario (FDR) fue secuestrado y posteriormente asesinado, en un operativo montado por un escuadrón de la muerte integrado por la ex Policía Nacional y Guardia Nacional. Con el fueron también capturados, secuestrados y asesinados Juan Chacón, del BPR; Manuel Franco de la UDN; Humberto Mendoza, del MLP; Enrique Barrera, del MNR.
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